De paso, puede que ni eso. Vallvidriera es ese barrio que puedes cruzar de camino o quizá relaciones con el funicular. Quizá te guste la bici y reconozcas alguna de sus curvas una vez coronado el Tibidabo. Quizá, probablemente no. Pues, sin curiosidad, nos perdemos ciudad, vida y restauración. Desde hace más de 200 años –sí, 200-, un restaurante permanece perenne al paso del tiempo y las civilizaciones, a las idas y venidas, al flujo de carros, carretas, coches y bicis, al movimiento que esta población -primero independiente, después formando parte del municipio de San Vicenç de Sarrià i, posteriormente, en 1921 ya integrada en Barcelona- testimonia.

Casa Trampa se ubica en la plaza de Vallvidriera y da de comer. En mayúsculas. Se puede visitar por curiosidad, para una caña y tapa de visitante, para ver la placa de la acera que asegura la “veteranía” del local (por cierto, única foto que aparece en la crónica, la imaginación debe despertarse y volar), pero la verdad se esconde en los fogones para pausas prolongadas. De mediodía, por ejemplo, con un menú a 10,75€, o de tarde y un precio medio que raramente superará los 25€. Eso sí, todos los días menos el jueves y, a partir de octubre, tampoco el sábado por la tarde, franja que Silvia Baldellou –tercera generación de restauradores y propietarios- plantea cerrar también. Eso lo que tiene un restaurante peculiar en una zona peculiar. Su clientela histórica eran paseantes, y el tráfico de antaño ya no es tal.

QUÉ COMER Y QUÉ SABER

Casa Trampa se fundó en 1804 como parada y fonda y el nombre se ha ido manteniendo a lo largo de los años. El porqué del nombre es divertido. La persona que fundó la parada y fonda no podía ir a cazar como hacían muchos de sus vecinos. Sin embargo, cada mañana amanecía con presas, siendo la envidia de sus vecinos. La fama de tramposo fue circulando, y así se quedó su local. Sabiduría popular.

Porque de tramposo, Casa Trampa tiene poco. Como si los fogones pasarán la maña de cocinero a cocinero, la esencia histórica permanece en la cocina con platos contundentes  como los guisantes con jamón de Jabugo, las albóndigas con sanfaina o la ternera estofada con setas. Platos de ahora y siempre. También destacables son sus desayunos de cuchara y tenedor principalmente el fin de semana, donde no debe faltar una variedad de tortilla (de patata, espárragos, alcachofa…).

Sin prisa alguna, el camino a Sant Cugat dejará el túnel y volverá por encima de la montaña…

Plaça de Vallvidriera, 3