La obesidad no es considerada hoy una enfermedad mental, pero el ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’ de la Asociación Americana de Psiquiatría (referente mundial en la materia) la incluye en el apartado de ‘Otros problemas que pueden ser objeto de atención’.
Las causas de la obesidad rara vez se limitan únicamente a factores genéticos, a comer en exceso durante períodos prolongados o a un estilo de vida sedentario. Lo que hacemos y no hacemos a menudo se deriva de cómo pensamos y nos sentimos, sostiene, por su parte, la Asociación Americana de Psicología.
Aunque el riesgo para las mujeres de tener un índice de masa corporal (IMC) no saludable solo es ligeramente mayor al de los hombres, sí son mucho más vulnerables al ciclo obesidad-depresión. En un estudio citado por la mencionada institución científica, la obesidad en las mujeres se asoció con un aumento del 37 % en la depresión grave. También sugería una relación significativa con pensamientos de suicidio más frecuentes.
Como se ve, abundan las evidencias sobre la existencia de un componente psicológico y emocional en el proceso que lleva a una persona a la obesidad y en sus dificultades para recuperar un peso saludable.
Un componente que muchas veces se acentúa en verano, cuando la exposición corporal es mayor y cuando el bombardeo mediático sobre 'dietas milagro', aderezado por cuerpos que responden fielmente al estereotipo estético establecido, nos recuerdan de forma machacona nuestros problemas de obesidad o sobrepeso. Y, de paso, nuestra incapacidad para perder peso, lo que puede generar estrés, ansiedad o depresión que, frecuentemente, intentaremos combatir con un atracón.
EL BUCLE DEL "COMER EMOCIONAL"
“Es una realidad que existen patrones comunes que se reflejan en la gran mayoría de casos de sobrepeso y obesidad y que dificultan la consecución del objetivo, que va más allá de la mera pérdida de peso observable", confirma la doctora Patricia Barba, psicóloga especialista en obesidad del departamento de medicina estética del Hospital El Pilar de Barcelona.
Desde un punto de vista psicológico, “la creencia de falta de control ante la comida, reforzada por los hábitos poco saludables establecidos (como el abuso de la comida rápida o los atracones como estrategia de regulación emocional) y los pensamientos negativos sobre la propia imagen corporal, e incluso sobre la capacidad personal, dan como resultado síntomas de ansiedad y bajo estado de ánimo".
Síntomas que, a su vez, pueden generar una nueva respuesta en forma de lo que se ha venido a llamar “comer emocional”, con lo que la persona afectada entra en una especie de bucle retroalimentado cuyas consecuencias suelen ser mantener o incluso agravar el problema de obesidad y deteriorar aún más su equilibro psicológico y emocional.
RESOLVER LA BASE DEL PROBLEMA
¿Quiere esto decir que todas las personas obesas o con sobrepeso deberían acudir al psicólogo? Según la doctora Patricia Barba, afrontar estos problemas de salud “requiere un enfoque que involucre a varios profesionales de salud cualificados. El médico ayudará a desarrollar un plan seguro para perder peso que incluya pautas de alimentación saludables y ejercicio físico. Un psicólogo puede ayudar con los aspectos emocionales, tales como el estrés, la depresión o las experiencias que causaron su aumento de peso”.
Según la especialista del Hospital El Pilar, “es muy común que el tratamiento de las personas afectadas por esta problemática se aborde desde una perspectiva reduccionista, centrada en la cuestión dietético-nutricional e incidiendo únicamente en cambios relacionados con las pautas alimentarias. No tener en cuenta muchos otros factores, como los psicológicos y emocionales, y olvidar que la acción de comer significa mucho más que alimentarse es un error que no beneficia ni al paciente ni al éxito del objetivo”.
Por todo ello, independientemente de la alternativa escogida para combatir el exceso de peso (dieta, balón gástrico o intervenciones quirúrgicas), “si no se trabaja desde la base del problema, tarde o temprano (y más temprano que tarde) volveremos a encontrarnos en la situación inicial, pero con una autoestima más dañada y con menos motivación”.
El proceso de atención psicológica a las personas con obesidad debe empezar por “fortalecer su motivación para implicarla en este proceso de cambio”, fijando objetivos realistas y metas cercanas alcanzables.
“A partir de ahí, desarrollamos diversas estrategias y técnicas cognitivo-conductuales dirigidas a recuperar o manejar formas saludables de afrontar el problema de base mediante psicoeducación, relajación y visualización o técnicas de autocontrol”, explica la doctora Barba.