Los espectadores toman asiento en la terraza del Tantarantana. Parece que va a llover, pero nadie sabe cuándo. Algunos cruzan los dedos, otros zanjan las conversaciones, y de repente suena una sirena. Dos jóvenes irrumpen alterados. Han atracado una gasolinera y la policía quiere arrestarlos. Llevan 50 gramos de cocaína y 800 euros que han robado en otro lugar... antes de la gasolinera. Buscan la forma de huir de la azotea donde están atrapados y poder vivir la noche de Sant Joan como es debido: en una multitudinaria fiesta.
Así empieza la obra Si tinguéssim més coca et demostraria com t'estimo. Se trata de una adaptación dirigida por Alberto Díaz de la pieza del dramaturgo irlandés John O'Donovan, que se estrenó en el Old Red Lion Theater de Londres en 2016 con el mismo nombre: If we got some more cocaine, I could show you how I love you. El teatro Tantarantana acogerá esta propuesta bajo el cielo estrellado –o nublado– hasta el 23 de septiembre.
PARECE UNA CONVERSACIÓN PRIVADA
Durante la obra, el espectador siente que se ha infiltrado en una conversación privada, como si de un voyeur se tratara. “Eso sí que era vida, éramos los putos amos”. Con un lenguaje coloquial y cercano, los jóvenes –cada uno con su personalidad– se desenvuelven y se complementan.
Uno de ellos, el más inseguro, no se atreve a salir del armario ni a encararse con su padrastro. El otro, más gamberro y alocado, vive en un limbo emocional. “Siempre hablando de antes, como si esto de ahora estuviera tan mal”, le recrimina en un momento. Mientras, la policía sigue al acecho. “¿Conseguirán salir de ahí en algún momento? ¿Cómo lo harán?”, se pregunta el público.
BUENA TENSIÓN NARRATIVA
La historia engancha, hay tensión narrativa. El espectador va descubriendo de a poco (en los 75 minutos que dura) las partes más oscuras de los jóvenes: sus miedos más intrínsecos. Los traumas familiares, amores imposibles, la distancia, las dudas, las frustraciones, algunas anécdotas paradigmáticas. Con la intensidad por bandera los actores Pau Escobar y Marc Balaguer se ganan al final el respeto y el aplauso del público. Y, de repente, cuando todo ha terminado, se pone a llover. Esta vez ha habido suerte.