Cerca de la Sagrada Familia, con una carta a base de tapas y clásicos hispanos y una palabra en el nombre que podría apuntar deseos internacionales. Sumas y el barcelonés que no conoce puede desconfiar. Un servidor, mismamente. Hemos pasado por delante de Xamfrà Gaudí más de una vez, seguro, y quizá no hemos entrado al grito de “éste es un bar de guiris”. Duda de ti mismo y rétate. Entra, pregunta -en catalán si quieres-, desmonta prototipos. Xamfrà Gaudí no es un bar de guiris. Aquí van las razones.
El precio y el producto. No es caro. Quizá una de las premisas por las que catalogamos a un bar como bar de guiris es el precio. Xamfrà Gaudí, entre otros, oferta un menú diario a 11,40 euros y tiene tapas y platos cuyos precios no suenan raro (con o sin conocer su calidad, que aquí certificamos existe): ración de chistorra o mejillones, 5 euros; de chocos, 5,50; anchoas, 2,80, o un plato de caracoles en su salsa, 6,50 euros. No es caro. Por cierto, imprescindible salir del bar sin probar su escalivada, los huevos estrellados (aquí con la yema líquida, como debe de ser, por cierto…), los callos o sus patatas bravas, “las mejores de Barcelona”, comenta Àngela. Temblad, Tomás, Delicias, Esquinica…
La historia. Xamfrà Gaudí es el sueño de dos barceloneses (una por nacimiento, el otro por adopción temprana). Àngela Ràfols y José Antonio González ostentaban en los 80 un bar por la misma zona y salió la oportunidad. En 1997 inauguraban su sueño, “apadrinado” también por la familia, quienes por parte de Ràfols regentan el mítico Ca la Montse de la Barceloneta
La decoración. Podría pasar por guiri si no te sumerges. Fotos antiguas de la Sagrada Familia pueblan todo el restaurante, fotos que hablan de la historia y que sus propietarios han trabajado a fondo por recuperar. De finales del siglo XIX, de la primera piedra del templo, incluso una litografía firmada por Josep Maria Subirachs, encargado durante años de la decoración escultórica de la fachada de la Pasión del Templo Expiatorio. “Subirachs venia mucho por aquí, ya éramos amigos, y me regaló este dibujo donde se ve la cara de Gaudí sobre esos arcos tan suyos”, comenta Ràfols. La amistad no es baladí. Por cierto, uno que es catalán se pregunta: ¿qué valor económico tiene o tendrá esa litografía?
Los amigos. Entra y tómate una cerveza en la barra. “José, una caña”; “A las 14h vuelvo, resérvame”; “Hola Àngela”. Frases que se escuchan y te hablan de vecindad, de compadreo, de calidad. La última podría, fácilmente, salir de los labios del japonés Etsuro Sotoo. Sotoo es el actual escultor de las figuras en la fachada del Nacimiento, un enamorado de Gaudí que ha situado en Xamfrà Gaudí su “segundo” estudio. Curiosidad: En 1978 Sotoo visitó Barcelona y se quedó impresionado por la Sagrada Familia. Pidió trabajar como picapedrero y, tras pasar una prueba, se lo concedieron. A partir de ahí, por tesón, fue subiendo hasta erigirse ahora mismo en una de las figuras de la erección del templo. Ahí es nada.
El alma. Sí, es un bar, un restaurante con alma. La que emana de sus propietarios y de sus trabajadores, de diversas nacionalidades y acentos pero con años en la casa, que sienten como suya. También Ràfols así lo considera: “Muchos de ellos son como hijos para nosotros. Han aprendido catalán y la sonrisa no se les borra de la cara”. El alma no se calibra desde el exterior; no es fácil, es librarse de tapujos y escuchar al vecindario, también a Dani Lechuga del cercano Bardeni: “Àngela es un sol. Todos somos barrio”.
Xamfrà Gaudí es el símbolo de una lucha perpetua, un mantra interno que, seguramente, muchos barceloneses repiten. “No quiero ir a un bar de guiris”. Dejemos prejuicios nominales y geográficos. Constatemos en propia piel. Después, hablemos, también con Àngela o José Antonio; encantados de recibir el feedback gastronómico o social. Eso no es de bar de guiris.