Ni el mejor guionista de Hollywood hubiera imaginado una historia tan singular y extraña como la que se forjó entre Jordi Alba y Luis Enrique en la última temporada del técnico asturiano en el FC Barcelona. Cuentan en el vestuario que el punto de inflexión donde se dinamitó la relación entre ambos fue precisamente un 14 de febrero, el día de San Valentín, también conocido como El Día de los Enamorados. Y, para darle más empaque si cabe a la historia, el escenario escogido para la ruptura fue la capital del amor, París. Semejantes ingredientes darían de sobras para construir un dramón folletinesco, pero en el caso de Alba y Luis Enrique sirvieron para edificar una tragedia shakesperiana.
El 14 de febrero del 2017 el Barcelona jugaba en París ante el PSG el partido de ida de los octavos de final de la Champions con la etiqueta de claro favorito. El equipo blaugrana aterrizaba en la capital francesa con el ataque más temido del planeta -Leo Messi, Luis Suárez y Neymar- y con la sensación de ser un equipo invencible.
LA CHARLA DE LUIS ENRIQUE
Luis Enrique durante la charla en el vestuario del Parque de los Príncipes puso especial hincapié en que los laterales vigilaran sus espaldas a las llegadas por las bandas de Draxler y Di María. A Alba le tocaría lidiar con el extremo argentino, un jugador tan irregular como desconcertante, capaz de lo mejor y de lo peor.
Pues bien, en el minuto 18, Di María abría el marcador. La situación fue empeorando, ya que el equipo jugaba con las líneas muy separadas y sin atinar a la hora de tomar el mando del partido, siendo desbordado por los contragolpes del equipo de Emery. En el minuto 40 llegaba el gol de Draxler. El equipo marchaba al vestuario con un sorprendente y rotundo 2-0 en contra.
BRONCA MONUMENTAL
El técnico del Barça esperaba a sus jugadores en el vestuario. La bronca de Luis Enrique fue monumental, teniendo a Jordi Alba como víctima principal. “Le recriminaba que no estaba haciendo lo que se le había dicho, que se estaban cometiendo desajustes cuando subía al ataque y que no tapaba el lado izquierdo de Di María, facilitándole el regate y el desborde en las salidas”, recuerda un miembro del vestuario.
Tras el chorreo de Luis Enrique en busca de una reacción se esperaba un cambio de imagen del equipo. Nada más lejos de la realidad. En el minuto 55, Di María volvía a marcar. Y 15 minutos después Cavani remataba la humillación poniendo un 4-0 en el luminoso.
“Ese día Luis Enrique le puso la cruz a Jordi”, aseguran. De hecho, tras el partido ya no le dirigió la palabra. Muchos creían que el cabreo que llevaba el entrenador era tan grande que había decidido postergar por unas horas la bronca final para evitar males mayores.
APUESTA POR MATHIEU
Sin embargo, Luis Enrique optó por la vía de los hechos: Jordi Alba dejó de ser titular. Ni estuvo en el once en la vuelta ante el PSG -la mítica remontada se fraguó con un 3-4-3 donde alineó a tres centrales- ni tampoco en el partido de ida de los cuartos ante la Juventus, el técnico apostó antes por Jerémy Mathieu que por Alba.
Su desaparición del once fue un varapalo para el jugador, quien se sintió como el chivo expiatorio de la derrota ante el PSG. El problema es que ni Alba ni Luis Enrique dieron un paso adelante para recuperar su relación de antes del partido en París. Al revés, el distanciamiento entre ambos se fue agrandando hasta el punto que Lucho reconoció a su círculo íntimo que de todos los jugadores que había tenido en sus filas, la decepción más grande se la había llevado con Jordi Alba.
JULEN LOPETEGUI Y VALVERDE
El problema es que el jugador no atisba a adivinar los motivos reales por los que Luis Enrique empezó a ningunearlo de manera sistemática, ya que tenía la sensación que se trataba más de un tema personal que profesional. Solo así se puede entender que para Alba la apuesta firme de Julen Lopetegui en las convocatorias de la selección pese a los desaires de Luis Enrique fueran una bendición así como también la llegada posterior de Ernesto Valverde al banquillo del Barcelona. Sus declaraciones públicas asegurando que en la selección “sentía la confianza” donde no la tenía en otros lugares tampoco ayudaron para apaciguar las llamas entre Lucho y él.
¿Cuál es la solución? A día de hoy las personas que se mueven en los entornos de Alba y Luis Enrique solo conciben la posibilidad de un acercamiento a través de intermediarios. “Están condenados a entenderse y dejar a un lado los problemas del pasado”, subrayan. Eso quiere decir que uno de los dos ha de dar el primer paso y enviar un mensaje. Está claro que Alba ya ha enviado suficientes mensajes en el campo, pero ahora le toca enviar uno de un cariz personal a traves del móvil, ya sea a Luis Enrique o a alguien de su staff. Sin duda, sería el primer paso para que el orgullo de Luis Enrique flaqueara y se recuperara la normalidad entre ambos. Este jueves sabremos si esta llamada se ha producido o aún habrá que esperar…