Separa el brazo, junta los dedos pulgar, índice y medio y agita la mano en un movimiento de ida y vuelta de escaso recorrido. Ahora ya puedes decir en voz alta el nombre de este restaurante italiano. Sí, es tópico, pero el nombre es inequívoco. Acabado el gesto, sigue a tu estómago y sus ganas de probar. Makekosa es una de las novedades más esperadas de Sant Antoni.
Fruto de la unión de dos italianos con bagaje restaurador en la ciudad, Makekosa acoge en estética industrial cómoda pero sin pistas de lo que se verá en el plato seguidamente. Los colores típicos transalpinos aquí no tienen cabida. A Makekosa se va a disfrutar, no a hacer folclore, aunque el propio gastronómico va implícito. Rolando Sangiovanni y Marco Pizzuto saben. Gestionan los ya consolidados Boca di Bonifacio –Sagrada familia- e Italian District –Poblenou- y éste es su último proyecto, abierto en Sant Antoni a finales del pasado mes de octubre.
La carta de Makekosa se divide en antipasti, burratas, primeros, dulces y pizzas, claro. Entre los entrantes, imprescindibles se apunta el carpaccio de bresaola, la caprese de Búfala, el provolone, la melanzane alla parmigiana o los diferentes tipos de tagliere. Entre los principales, y haciendo un curso rápido de italiano (que nunca viene mal, más si te gusta esto de la gastronomía), nos quedamos con la lasagna clásica, los panzerotti rellenos de queso de cabra y mermalada de higos o los gnocchi a la sorrentina.
Después llegan las pizzas. Aquí, además de las clásicas imprescindibles en un italiano, Makekosa propone una decena de pizzas gourmet, "creadas por nosotros a base de ingredientes excelentes, curiosos, diferentes; pizzas que no se encuentran en una pizzería al uso". Entre estas, destaca la Makekosa, con nduja o spianata -ambos embutidos "típicos y buenos del norte y sur de Italia"-; la Valtellinese, con mozzarella di Bufala di aversa, bresaola o ceps, o la Catalana, con butifarra, cebolla caramelizada o queso de cabra, "productos que gustan mucho más aquí en Catalunya que en Italia".
La propuesta contempla también una carta escogida de eminentemente vinos italianos, claro, aunque algún Priorat y Rioja aparecen, cervezas artesanas y un completo catálogo de gintonics para el after. Por cierto, antes de despediros de Rolando y Marco, probad el tiramisú. A la altura, si signore, de los mejores de la ciudad. La mano volverá a moverse sola al salir.