El Barça más autoritario y seductor ha vuelto. También, la mejor versión de Leo Messi. El día que el Espanyol se ilusionó con ganarle por primera vez en Cornellà-El Prat en partido de Liga, el equipo blanquiazul fue zarandeado por el eterno rival. Dos libres directos magistralmente ejecutados por el astro argentino, Dembélé y Luis Suárez firmaron la goleada del líder. El Barça, muy clarividente, intenso y voraz, destrozó a un Espanyol sin chispa. Impotente.
Barcelona es más azulgrana que nunca. En un fútbol cada vez más global que premia a los ricos y penaliza a los modestos, la distancia entre el Barça y el Espanyol se ha multiplicado. Poco quedan de los trepidantes derbis de los años 70 y 80 en el mítico Sarrià. Y si Messi está especialmente motivado y el Espanyol entierra el hacha de guerra, el grupo azulgrana se encuentra con mejor escenario para disipar cualquier duda y gustarse.
LA MOTIVACIÓN DE MESSI
El Barça ganó al Espanyol en un plis plas. Renunció a la presión alta el Espanyol y el cuadro de Valverde pudo maniobrar con mucha facilidad. Messi, especialmente motivado, lideró la exhibición barcelonista para desesperación de Rubi. El argentino destapó toda su magia, pero el gol que mejor simbolizó la impotencia perica fue el de Luis Suárez, que retrató a la retaguardia perica y a Diego López. Con 0-3 se llegó al descanso. Por entonces, a la hinchada perica ya no le quedaban ni ganas de meterse con Gerard Piqué.
El segundo acto fue un mero trámite para el Barça. No creyó el Espanyol y el equipo azulgrana levantó el pie del acelerador. Al Barça le bastó con enfriar el partido y encomendarse a otra genialidad de Messi para silenciar definitivamente Cornellà-El Prat. La afición, desencantada, abandonó masivamente las gradas y el derbi terminó con un Barça solvente que abre una pequeña en la clasificación. Su felicidad contrasta con la tristeza de un Espanyol que se apaga en la Liga tras encadenar su cuarta derrota en la Liga.