“Pienso que soy tonto, mis compañeros pueden hacer cosas que yo no puedo hacer o me cuestan mucho más tiempo que a ellos”. Esta es una frase recurrente en las consultas de psicología que atienden a los niños. “Escuchar los problemas de los niños y sus familias, identificando y poniendo 'nombre y apellido' a diferentes formas de funcionar, dificultades de aprendizaje o conducta, es un derecho esencial del niño”, nos explican desde Memociono.
Un buen diagnóstico es una herramienta útil y un derecho del niño. Diagnosticar es poner el nombre adecuado a una dificultad que ya existe previamente, y es el punto de partida para empezar a actuar. Al determinar lo que sucede, nos ponemos todos en igualdad de condiciones y podemos afrontar el problema cara a cara:
- Trabajar de forma temprana las dificultades: cuanto antes empecemos, mejor serán los resultados
- Minimizar los problemas emocionales que se deriven del estado del niño
- Tratar la sintomatología de forma concreta
- Establecer formas de actuar en la misma dirección y en beneficio del niño
- Descubrir puntos fuertes y débiles, buscando potenciar su mejor versión
- Permitir optimizar sus recursos y tiempo
- Concretar y establecer ayudas, estrategias, adaptaciones metodológicas y medidas compensatorias, para que todos los niños tengan las mismas oportunidades.
¿Qué sucede si no prestamos atención a las dificultades del niño? ¿Cómo se siente?
- “Todos dicen que no sirvo para esto, me siento inferior”
- “Siempre me dicen que tengo que esforzarme más, dar el máximo, ¡pero yo ya me he esforzado al máximo!”
- “Me duele la barriga antes de ir al cole”
- “Pienso que mis compañeros de clase se ríen de mí porque no voy tan rápido como ellos”
- “Los mayores dicen que les tomo el pelo, que cuando quiero, lo hago sin problemas”
No tener en cuenta las necesidades educativas y emocionales de los niños conlleva la incomprensión de sí mismos, que se sientan culpables y diferentes de sus iguales.
¿Qué mejora cuando le ponemos nombre a lo que está sucediendo? ¿Qué siente el niño?
- “Ahora sé lo que me pasa, sé que no soy tonto, estoy más tranquilo”
- “Necesito otra manera de entender las cosas, mi cerebro funciona diferente, pero sigue siendo asombroso”
- “Me he dado cuenta de que hay niños que tienen las mismas dificultades que yo”
- “Puedo hacer que mis padres y profesores me entiendan, y explicárselo a mis amigos y compañeros de clase”
Debemos hacer entender al niño qué sucede. Como apunta la psicóloga Laura Almà, “En Memociono sabemos que ponerle nombre ayuda a que todos nos entendamos, desculpabiliza al niño y hace que trabajemos en la misma dirección, brindando las mismas oportunidades y promoviendo una enseñanza de calidad y más justa”.