Para los más curiosos. Para los frikis, los modernos, los aburridos. Para los guiris. La tienda renovada de Apple reabre sus puertas con ganas de llegar a todos los públicos manteniendo su misma esencia. Fiel a su estética diáfana, blanca y fría, pretende complacer a los amantes de la manzana del pecado. Los trabajadores, vestidos de verde, saludan con sonrisa en boca a los que entran. Entre las novedades de la tienda, salta a la vista una macropantalla, la redistribución de los productos y cuatro árboles –como un pegote– en medio. Y poco más.
Turistas acceden y miran a su alrededor sin entender por qué hay tanta gente. Algunos jóvenes –compradores potenciales– se fotografían dentro de la tienda: en sus manos sostienen palos selfie y se pasean como si estuvieran en el Coliseo de Roma. En el centro de la tienda, la marca –¿ya institución?– apuesta por crear un espacio interactivo (llamado fórum) que se convierte en un punto de encuentro. Ahí tendrán lugar sesiones gratuitas con distintos conferenciantes. Por ejemplo, la del director de la Fundació Joan Miró, Marko Daniel, que hablará de la importancia de la tecnología en el mundo del arte.
UNA PLAZA... PERO CON AIRE ACONDICIONADO
En la inauguración decenas de los presentes hacen uso de este espacio de madera para descansar. Como si de una plaza se tratara, pero con aire acondicionado y el pegadizo estribillo “wave after wave” de fondo. En la pantalla gigante aparece Madonna con el parche pirata en el ojo protagonista de su último videoclip, Medellín. De repente, una luz blanca cegadora inunda la pantalla. Luego, siguen proyectando los últimos modelos de iPhone.
La tienda cuenta con 240 empleados de 18 nacionalidades distintas, y hablan hasta 12 idiomas. Entre ellos hay profesionales creativos relacionados por ejemplo con la fotografía, el vídeo, la música, el dibujo y el arte. Son jóvenes, que se dirigen a los clientes con un lenguaje cercano, y de estética moderna: barbas o cortes de pelo extremados.
SIN REGALOS NI SORPRESAS
La mitad de los asistentes van a lo que van: a comprar. Sin regalos de bienvenida ni sorpresas, los trabajadores también van a lo que van: a vender. A día de hoy, siguen siendo muchos los que prefieren adquirir los productos en persona antes que hacerlo online. Otros, sobre todo los más jóvenes, entran para husmear los nuevos productos de Apple y a probar los Mac recién salidos del horno. Mientras, un trabajador se encarga de limpiar las columnas de acero inoxidable.
Sigue chocando la imagen –incómoda– de vendedores ambulantes en la puerta de la innovadora tienda vinculada a Silicon Valley. Mientras unos –suelen ser inmigrantes sin papeles– venden sus productos de imitación en una manta en el suelo, otros –detrás de la gran cristalera– ofrecen dispositivos a partir de mil euros.
La propiedad –ubicada en el número 1 de paseo de Gràcia– es de Medcap, fondo liderado por la familia valenciana De Andrés. Además de este establecimiento, tiene el número 80 del mismo paseo barcelonés, donde se ubica la firma de lujo Louis Vuitton, así como la macrotienda de Desigual en plaza Catalunya, cerca de Apple, que abrió en 2012. La tienda, tras cuatro meses cerrada, vuelve a ser un punto de encuentro para jóvenes. Para seguir las nuevas tendencias o, simplemente, para conectarse al WiFi, que también está de moda.