El Raval es uno de los barrios más concurridos de Barcelona y, especialmente en verano, uno de los más visitados por turistas de todo el mundo. Además de las clásicas recomendaciones y los diferentes puntos de interés que aparecen en todas las guías, también cuenta con una gran cantidad de rincones secretos en los que impregnarse de toda su esencia.
Una serie de lugares que no todo el mundo conoce, pero que se han convertido en un imprescindible para los habitantes y visitantes de la Ciudad Condal. Como por ejemplo:
RESTAURANTE DOS PALILLOS
Pese a que todavía puede pasar desapercibido, El Raval cuenta en su interior con un un restaurante galardonado con una estrella Michelín. Se trata de Dos Palillos, ubicado en carrer d’Elisabets, 9.
Está especialmente recomendado para los amantes de la gastronomía española y oriental. Albert Raurich, su chef, es el responsable de fusionar dos cocinas que hasta ahora parecían antagónicas: la apariencia de las clásicas tapas españolas con todo el sabor de la comida oriental. Además, está pensado para todo tipo de públicos, puesto que en su interior cuenta con dos barras, una de carácter más informal y otra enfocada al público más exigente.
LANTOKI
Lantoki, en carrer Doctor Dou, 15, se ha convertido en el templo de los amantes de la moda y de la costura de la ciudad de Barcelona. Un espacio multidisciplinar asentado en un coworking que sirve de plataforma para visibilizar a los diseñadores emergentes que están alcanzando un mayor protagonismo en todo el mundo.
Además, también alquila material, da clases de confección y, dependiendo de la temporada, imparte charlas y conferencias sobre costura.
GRANJA VIADER
No puede faltar en esta selección de locales uno de los restaurantes que más tiempo llevan abiertos en la ciudad. Se trata de Gran Viader, en carrer Xuclà, 4, un espacio gastronómico que lleva más de 170 años ofreciendo sus servicios al público.
Su principal atractivo radica en que no se ha querido adaptar a las nuevas tendencias a nivel decorativo, sino que se ha mantenido fiel a sus orígenes, conservando la mayoría del mobiliario con el que abrió sus puertas por primera vez. En su momento, artistas como Pablo Picasso se sentaron en él para disfrutar de un buen café o de algunos de sus productos típicos de la gastronomía catalana que asumen el protagonismo de su carta.