Los fiesteros más punkis están de luto. El bar Sor Rita, un emblema en el barrio Gòtic, cierra sus puertas este domingo. “Hay que venir de negro, será un funeral”, comenta uno de los camareros a este medio, entre risitas. Tras ocho años promoviendo el espíritu retro –al más puro estilo Malasaña– se han visto salpicados por el influjo de la gentrificación.
Según sostienen los impulsores, un fondo inmobiliario se ha quedado con el edificio entero para hacer pisos de lujo –en un principio– y no les han querido renovar el contrato de alquiler. “Dio la casualidad que justo vencía en agosto”, lamenta el camarero consultado mientras coloca los vasos antes de que empiece el tramo fuerte de la noche. Entonces, hace un mes, decidieron que cada día celebrarían una despedida por todo lo alto con sus feligreses. Durante estas semanas han montado, por ejemplo, un “kutreoke” (karaoke) de escándalo y un aperitivo delicioso con buffet libre por solo siete euros.
UN ALTAR Y REMINISCENCIAS DE LA MOVIDA
El bar es único en su especie y dentro todavía huele a La Movida: la humedad y Fangoria no se desvanecen nunca. Un altar dedicado a Sor Rita con cirios y flores recibe a los presentes. Dentro no falla el confesionario, un baño en el que cada uno vomita las penas que quiere. Una magnífica pared rinde homenaje a las “pecadoras del siglo XX” y los tacones pegados en el techo le dan personalidad, como si la niña de El exorcista hubiese estado haciendo de las suyas por ahí.
Sor Rita no solo es un templo de culto por su esencia petarda, sino también por el precio asequible de sus bebidas, algo insólito en esta zona turistificada donde la fiesta corre por las venas. Véase un quinto de cerveza por 1,5 euros, o un gin-tonic por seis euros. Nada mal para tomar algo a altas horas de la madrugada.
No es un caso aislado. En los últimos años, decenas de establecimientos con proyectos Made in Barcelona se han visto abocados al cierre. Por ejemplo, la famosa papelería Konema, la centenaria granja Vendrell, o la Tocinería-Charcutería Carmen, en la calle Escudellers. El restaurante Cosmos, un histórico de la Rambla. La tienda de alimentación y vinos La Lionesa, en la calle del Ample. O el Colmado Quílez, que fue uno de los primeros, varios años atrás.
Quedará en la memoria de los clientes más habituales de Sor Rita el espejo –con luces en los marcos– típico de camerino y las cabezas de maniquíes con sus pelucas revueltas, como si la noche no acabara nunca y una canción mítica se empalmara con la otra. La despedida –por suerte– será menos amarga gracias al alcohol –no falla– y al bingo que han preparado. Y quién sabe si al final se produce un milagro entre estas cuatro paredes sagradas que resisten en el corazón del Gòtic.