Rostros demacrados. Expresiones vacías. Ambiente sucio. Los cuadros del pintor Diego Cáceres hablan sobre los trabajadores y su día a día. Pinta personajes, escenas e historias que dialogan en el lienzo mediante la experimentación. Su muestra Trabajando duro se aloja en el centro cultural La Máquina hasta el próximo 31 de octubre.
La serie actual recoge gran parte de las constantes de la obra de Cáceres, tanto temáticas como pictóricas. Consiste principalmente en una galería de retratos en rojo, gris y negro –con pinceladas de color– de personajes, reales o ficticios. También cuenta con una obra de gran formato, Conversación inverosímil entre un punki y un hipster, en la que Cáceres enfrenta a dos de estos personajes para descubrir cómo interactúan.
Diego Cáceres nació en Buenos Aires en 1977. De pequeño le encantaban las historietas, aunque a la vez sentía una extraña atracción por los cromos que regalaban con la revista Mundo Mágico y que reproducían obras de arte históricas de El Bosco, Man Ray o Van Gogh, entre otros. Ingresó en la Facultad de Bellas Artes de la capital argentina, donde cursó cuatro años hasta que ya no pudo pagar más la matrícula. En 2001 se trasladó a España con el sueño de vivir de las viñetas.
Sin embargo, su vida fue por otros cauces, y la pintura se ha converido en su mayor pasión. Sus pinturas, a menudo, remiten directamente a sus referentes y grandes influencias: Picasso, Otto Dix, Antonio Berni, Jorge de la Vega, Kirchner, Guinovart, Barceló y el neoexpresionismo alemán son algunos de ellos. Una exposición llena de sentimiento y pasión con un punto crítico.