“Pásamelo”, vocifera un fan. El amigo da una fuerte calada al porro y obedece. Ambos se hacen hueco entre la multitud y sacuden la cabeza como poseídos. Entonces inician un pogo sudoroso, porque los Pixies se lo han buscado: la banda que lidera el genio Black Francis llega al Palau Sant Jordi pisando fuerte con su rock más duro. Canciones como Beal’s Back marcan el inicio de un regreso especial en el que los de Boston presentan su último álbum –el séptimo– Beneath the Eyre, en el marco de su gira europea.
El público se entrega en cada nota. A diferencia de otros conciertos, los móviles pasan prácticamente desapercibidos: las ganas de bailar, beber y cantar a grito pelado se palpan en las miradas. Dos asistentes, de repente, se encuentran. Se conocen. “Joder, tío, estás igual que hace treinta años”, dice el más joven. Se abrazan y ríen. La puesta en escena estática del escenario –con David Lovering, Joey Santiago y Paz Lenchantin– contrasta con el flujo de gente entrando y saliendo de la pista. Los cambios de registro musical y el control absoluto de la voz que tiene Francis encandilan a los presentes.
NIRVANA, UN TELÓN DE FONDO
Algunos visten camisetas de Nirvana. De hecho, el mismo Kurt Cobain –líder de la banda– confesó su admiración e inspiración a la hora de componer. El estilo de los Pixies sentó un precedente para todos los posteriores grupos de la escena grunge y alternativa de principios de la década de los noventa que adoptaron las suaves melodías combinadas con los gritos y las guitarras distorsionadas que caracterizan a la banda. Sin ir más lejos, fue una referencia para grupos de gran envergadura como Radiohead, Pearl Jam o Weezer.
Tras varias décadas en activo, sus canciones han conseguido lo que toda banda aspira: ser transgeneracionales. Por ejemplo, traigo a colación temas que han retumbado este miércoles en Barcelona como Monkey Gone to Heaven, Debaser o Here Comes your Man. Pero si hay una canción que remueve hasta al más imperturbable es Where is my Mind? –versionada hasta la saciedad– que forma parte de la BSO del filme El Club de la Lucha, basado en la novela homónima de Chuck Palahniuk.
LOS DISTURBIOS Y EL ‘PROCÉS’, PROTAGONISTAS EN EL BAÑO
Y mientras la gran mayoría flota entre los acordes de este temazo, en el baño y en la zona de fumadores el panorama es otro distinto. El procés y los disturbios que han acechado la ciudad durante la última semana no podían pasar desapercibidos por mucho que uno vaya a un concierto a despejar la mente. “Viva la república”, grita uno en la cola para comprar una cerveza.
En el baño, una mujer también le saca el tema a su amiga. “A ver, yo voy a las manifestaciones pacíficas, pero no me voy a poner a hacer barricadas en Vía Laietana”, explica antes de tirar de la cadena. Otro grupo de amigos habla –cigarrillo en mano– de lo mismo. “No sé hacia dónde irá esto”, resopla una de las fans refiriéndose al procés independentista.
MIEDO A PERDER EL VUELO
Los disturbios también han traspasado fronteras. Uno de los asistentes, Jason, ha viajado desde Glasgow hasta Barcelona única y exclusivamente para este concierto. “Hacía meses que tenía las entradas y los vuelos”, comenta a este medio. “Cuando empecé a ver los altercados en las noticias me asusté y pensé que sería imposible llegar”, relata. “Pero al final, ¡aquí estamos!”, sonríe y brinda eufórico con su colega.
Fuera del recinto, el frío no impide que se perpetúe la estampa previa a la actuación musical. Los vendedores ambulantes de cerveza-beer se agolpan en la entrada, otros preparan un mesa de camping con botellas de agua. Los más sofisticados venden camisetas de los Pixies por 10 euros. Y un taxista pregunta: “¿A qué hora acaba esto?”. Pronto, contesta alguien. “Hoy por lo menos no están las carreteras cortadas”, suelta con cierto alivio antes de volver al coche.