La calle de Milans es única y especial, una anomalía que contribuye a lo laberíntico del barrio Gòtic con su sinuosidad; unos cien metros de suave curva que conectan Avinyó con Gignàs. Es una pequeña calle excepcional que guarda en su interior una perla, una placeta del mismo nombre que destaca por su forma circular o, para ser más precisos, pentadecagonal (quince lados).

A principios del siglo XIX, el centro de Barcelona se iba abriendo y ampliando, se fueron derribando murallas y liberando espacios. La placeta de Milans fue construida en este escenario urbanístico, en 1853, por Francesc Daniel Molina, arquitecto de Vic nacido en 1812, nombrado arquitecto municipal en 1855 y responsable también de la urbanización de la plaza del Duc de Medinacelli y de la plaza Reial.

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