Un ave protectora, tallada en piedra y con una enorme llave entre los dedos palmeados de su pata derecha, observa desafiante en la entrada de la Casa Francesc Farreras, en la esquina de la Rambla de Catalunya con Mallorca, en El Eixample. ¿Qué guarda celosamente desde el dintel? Un pequeño tesoro: el vestíbulo, con su señorial escalera de mármol y su magnífico pilar. Un espacio profusamente decorado con puertas de madera, paredes esgrafiadas, yesería en el techo, cristaleras con motivos florales y farolas de metal y cristal.
El edificio, otro ejemplo de arquitectura modernista en esta vía principal barcelonesa, es obra de Josep Pérez i Terraza y fue construido en 1899. Cuenta con un cuerpo central, tribunas laterales en las esquinas flanqueadas por columnas largas y semicilíndricas, de capitales ricamente decorados con motivos florales. Toda la fachada está salpicada de trabajos de escultura y de hierro forjado, aunque en el exterior, lo que más llama la atención es el piso superior, a modo de galería, y, sobre todo, el coronamiento sobre la terraza, con su cúpula piramidal cubierta de escamas de cerámica vidriada.
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