El pasaje de Isabel es un oasis de silencio en el casco antiguo de Vallcarca. Tiene entrada por la calle de Sant Camil y, aunque originalmente no tenía salida, ahora desemboca en los jardines de Maria Boldó, a través de una verja.
Adentrarse en este pasaje es como hacer un viaje atrás en el tiempo. Inaugurado en 1836, debe su nombre a la reina Isabel II (1820-1904), aunque parece que el tiempo borró el recuerdo de la regente y en un alarde antimonárquico hizo desaparecer el “II” y dejó solo el nombre de pila. El estrecho callejón cuenta con varias casas de finales del siglo XIX que han conservado hasta hoy la misma estructura original con la que fueron concebidas: a un lado de la calle, las casas bajas; al otro, los respectivos jardines (en un principio eran huertos).
PATRIMONIO DE LA CIUDAD
Precisamente esta distribución típica de hace dos siglos y de la que queda pocos ejemplos en Barcelona llevó a la catalogación de este pasaje como patrimonio arquitectónico histórico-artístico de la ciudad, en el año 2000. De las cinco viviendas unifamiliares que forman el conjunto conservado, destaca la Villa Esperanza, en el número 8. Esta mansión señorial recuperó en noviembre de 2019 su aspecto original tras su rehabilitación.
En 1893 uno de los inquilinos del pasaje encargó a Andreu Audet renovar su finca de veraneo. La obra resultante es patrimonio barcelonés por su carácter único. Los motivos florales en piedra y los mosaicos cerámicos en azul y blanco rompen la fachada de obra vista, y el hierro forjado complementa una decoración modernista, aunque la construcción de esta finca es previa a este estilo arquitectónico que se impondría en Barcelona unos años más tarde. Es la primera obra de un joven Audet que iniciaba su carrera como arquitecto.
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