Tras un año para olvidar, el sector de las bodas comienza a ver la luz al final del túnel. El 2020 arrancó con unas buenas expectativas, pero a partir de marzo la pandemia del covid-19 obligó a posponer el 80% de los enlaces en toda Cataluña. Hasta un 5% se cancelaron directamente, sin fecha alternativa. Cuando faltan pocas semanas para cerrar el primer semestre de 2021, los profesionales de los casamientos afrontan la ‘temporada alta de bodas’ de este verano con el optimismo de haber dejado atrás lo peor.
Pep Minguell, presidente de la Associació d’Empreses de Gestió d’Esdeveniments i Casaments de Catalunya (AEGECat), la entidad que engloba más de 80 empresas del sector, cuantificó las pérdidas en 3.500 millones de euros en todo el territorio el pasado mes de octubre, antes de la declaración del segundo estado de alarma por la crisis sanitaria. Ese era el coste económico de haber paralizado las bodas durante seis meses y posponer a septiembre las celebraciones que debían hacerse en el segundo trimestre del año. Pero en octubre tuvieron que poner de nuevo el freno. Ahora confirma a Metrópoli que las pérdidas se han mantenido durante estos meses, con un desplome del 85% de los ingresos con respecto a 2019.
“El año pasado fue un año perdido, solo facturamos un 15%”, señala en conversación con este diario. Una situación muy distinta a la del mes de junio actual, sin fechas a corto plazo para los que deseen pasar por el altar: “Los que piden cita ahora ya tienen que esperar a noviembre o diciembre. La campaña está totalmente saturada hasta octubre”. Aunque recuerda que las bodas de los próximos meses serán las aplazadas por la pandemia. “No es un año para lanzar cohetes, pero sí para facturar y amortizar el año que hemos estado cerrados”, reflexiona. En 2022 espera que la recuperación ya sea casi absoluta.
MEDIDAS Y RESTRICCIONES
Vuelven las bodas y lo hacen entre medidas de seguridad para evitar contagios. El sector está catalogado como una parte más de la hostelería, por lo que las restricciones que deben aplicar son las mismas que bares y restaurantes: el aforo es del 50% en interiores –con un máximo de seis comensales por mesa, excepto grupos burbuja– y en exteriores no hay límite de personas aunque es obligatoria la distancia de dos metros entre mesas. Además, la celebración no puede alargarse más allá de la 1:00h de la madrugada y los bailes están restringidos, por lo que se limitan a poner música chill out e invitan a todo el mundo a consumir sin moverse de la mesa.
Además, se toma la temperatura a los invitados, se les pide una declaración de autorresponsabilidad y se redactan listas de asistentes y trabajadores para realizar la trazabilidad en caso que haya un positivo por coronavirus. Por petición de los organizadores, en muchas de las bodas también se realizan test rápidos de antígenos. Por todo esto, Minguell pide a la Generalitat que valide estas medidas, tal y como se hizo en el concierto de Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi, y se puedan relajar algunas de las restricciones impuestas, como los límites de aforo y horario.
CASARSE EN EL CÍRCULO ECUESTRE
Establecimientos de todo tipo, casas rurales y hoteles acogen de nuevo casamientos. También el Círculo Ecuestre, que aunque sean muchos los barceloneses que lo desconozcan, organiza bodas para sus socios. La exclusiva entidad siempre ha preparado este tipo de eventos –así como cualquier otra celebración que requieran sus asociados–, aunque tras el impacto de la pandemia ha crecido el número de interesados en casarse ahí.
Así lo explica a Metrópoli David Galán, director general del Círculo Ecuestre. “Tras el confinamiento de 2020 ya nos entraron varias peticiones, sobre todo porque, en la situación en la que nos encontrábamos, nuestros socios tienen claro que aquí hay muchas medidas de seguridad”, afirma. Alguno había reservado ya para hacer la celebración en otro lugar pero finalmente decidió que la mejor opción era uno de los salones multifuncionales de este palacete de la calle Balmes.
“Nuestros socios nos piden lo que quieren y aquí lo montamos todo”, señala. Para dar cuenta de lo extraordinario de la situación, Galán detalla que incluso tienen peticiones de reserva para dos bodas en diciembre, algo muy poco habitual en el Círculo Ecuestre, que no suele montar casamientos a finales de año.
MARINA Y MANU: BODA APLAZADA CON LA MITAD DE INVITADOS
Una de estas parejas que lleva meses esperando para darse el “sí, quiero” es la que conforman Marina y Manu, una enfermera y un jefe de laboratorio de Sarrià-Sant Gervasi que ultiman los preparativos finales desde su piso de la avenida República Argentina. La boda se hará el próximo 26 de junio en una pequeña masía en Collserola, a la que acudirán la mitad de los invitados que habían previsto inicialmente. De 90 han pasado a 45, los familiares y amigos más cercanos.
Algunos ya les han avanzado que ni siquiera podrán asistir, como dos tíos de ella que viven en Pamplona y que a pesar de tener más de 60 años aún no han sido vacunados, por lo que prefieren no correr ningún riesgo. Para el resto, la pareja prevé realizar un test de antígenos justo a las puertas del recinto antes de la ceremonia. Esta será la primera de un pack de medidas que intentará garantizar la máxima seguridad durante todo el evento. Todos llevarán mascarilla mientras dure el acto –incluidos los novios y el juez de paz–, durante el banquete se aumentará la distancia entre comensales y al terminar estará prohibido que nadie se reúna con gente de otras mesas. “Cada uno tendrá su propia burbuja dentro de la boda. Será complicado en algunos momentos, cuando los invitados se tengan que mover para cambiar de sala o ir al lavabo, pero es lo que hay”, detalla Marina.
Han tenido que cambiar también la hora a la que iban a casarse. Ella había soñado siempre con una fiesta de noche, pero sin saber siquiera si estaría todavía vigente el toque de queda o si los restaurantes debían cerrar aún por la tarde, decidieron que lo mejor era hacerla al mediodía.
Tampoco ha sido nada fácil el camino para llegar hasta aquí. Y es que en algunos momentos el proceso se ha parecido más a una carrera de obstáculos que a la preparación de una boda. Al aplazamiento –el casamiento iba a ser en junio, pero del año anterior– y las restricciones hay que sumar la dificultad para cuadrar la agenda con los modistos que preparan el vestido e incluso para probar el catering. “Estaban desbordados porque todas las bodas de 2020 se están haciendo ahora. Fue dificilísimo quedar para la prueba del menú. Al final tuvimos que ir un miércoles a las 19:00h de la tarde”, resopla. Todo sea por el gazpacho de fresas y helado de mascarpone, el meloso de ternera con reducción, boniato y setas y la tarta, que la novia mantiene en secreto con sumo recelo.