En la calle Santaló con Calaf sobrevive con buena salud, después de varias reconstrucciones, el Santuario de Sant Antoni de Pàdua, perteneciente a la orden franciscana. ¿Pero, los franciscanos no abandonaron Barcelona a mediados del siglo XIX? Pues sí, lo hicieron como otras órdenes, tras la desamortización de 1835. Pero volvieron a la ciudad en 1904 y esta vez se instalaron en el barrio de Galvany, en Sarrià-Sant Gervasi.
Allí, en aquella zona que empezaba entonces su proceso de urbanización, levantaron un convento al que dotaron de una pequeña capilla dedicada a Sant Magí. En aquella época, la Iglesia no andaba corta de vocaciones. Quizá por eso el convento se quedó pequeño, así que los religiosos mandaron construir otro más grande con una nueva iglesia. El nuevo conjunto, realizado a partir de los planos del franciscano Maseu Company, se inauguró en 1912, cinco años después de la colocación de la primera piedra.
DESTROZO DURANTE LA GUERRA CIVIL
Durante la Guerra Civil, el convento sufrió daños tan graves que fue reconstruido totalmente en 1953. La iglesia, sin embargo, resistió mejor la contienda y, aunque se reformó en 1964, conserva como un tesoro a buen recaudo las dos capillas laterales originales, la fachada de la calle Calaf y el campanario rematado por un pináculo dividido en triángulos con revestimiento a base de una técnica mixta de trencadís y baldosas de cerámica vidriada.
Así, la cubierta está decorada con fragmentos de forma irregular en tonos azules, intercalados por baldosas de piezas cuadradas de color verde, amarillo y blanco con malla roja y cruz blanca central sobre fondo azul. Y acaba rematado de nuevo con trencadís en tonos ocre y amarillo.
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