Empieza en la calle de Josep Anselm Clavé y acaba en la plaza de Joaquim Xirau, pero el tramo que más llama la atención es el que discurre más allá del arco que anuncia en enormes legras: “Pasage de la Paz”. Dan ganas de echarse a llorar por el inmenso dolor que produce ese “pasage” con g, todo un atentado contra las reglas ortográficas del castellano. Bueno, contra las actuales, porque en la época en que se pintaron esas letras, las normas eran otras y, además, por influencia del francés, era común escribirlo así.
Consideremos pues esa g como una señal de lo que le espera al visitante al pasar por el primero de los tres arcos bajo los que transcurre este particular pasaje: un viaje en el tiempo, con parada directa en la segunda mitad del siglo XIX. En aquella época, esta parte de Barcelona estaba inmersa en un proceso de modernización urbanística que, al margen del proyecto del Eixample, supuso también la reforma de varias zonas del interior de las murallas con un objetivo: conseguir el máximo número de viviendas manteniendo unas condiciones aceptables de habitabilidad.
UNO DE LOS PROSTÍBULOS MÁS REPUTADOS
Y en ese contexto, el maestro de obras José Domínguez Valls, construyó en 1876 un conjunto urbanístico de viviendas de alquiler. El resultado fue esta enorme edificación de estilo neoclásico de planta baja y cuatro pisos, formada por dos volúmenes principales en cada extremo del pasaje e intercomunicadas mediante un paso interior bautizado como pasaje de la Paz, en conmemoración del final de la Tercera Guerra Carlina. Tres cuerpos a modo de puente unen estos dos volúmenes formando dos espacios abiertos que dejaban entrar la luz y permitían atravesar el pasaje tanto a peatones como a vehículos. Bajo los arcos, destaca la profusa decoración de los techos policromados que imprimen carácter y personalidad propia a este espacio convertido actualmente en uno de los rincones más especiales del casco antiguo.
Un dato curioso: en el número 3 del pasaje abrió, en 1910, uno de los prostíbulos más famosos de la ciudad, conocido como el Xalet del Moro por su arquitectura y decoración oriental. Tras la Guerra Civil, el local decayó y se convirtió en un burdel vulgar hasta que cerró en 1956 y, posteriormente, fue derruido.
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