Con motivo del Día de la Hispanidad, Societat Civil Catalana había organizado un homenaje a Cervantes con la participación, entre otros, de Santiago Muñoz Machado. Por problemas de agenda del director de la RAE, el acto se pospone hasta enero, pero no cabe duda de que merecerá la pena esperar.

El libro de Muñoz Machado sobre el autor del Quijote es casi un nuevo género en sí mismo y una verdadera maravilla. A la vez que nos va contando la vida de Cervantes, nos cuenta también la historia de sus biógrafos, editores y comentaristas, los avances y retrocesos, averiguaciones y desmentidos, en una trama apasionante, mucho más esclarecedora que cualquier biografía al uso. La primera enseñanza del libro es que al escritor le persiguieron en vida las humoradas del destino, mucho peores que un pequeño aplazamiento de calendario, con la ventaja de que ni en lo alto de la fama pudo nunca tomarse a sí mismo totalmente en serio.

En cierto modo, Cervantes también es don Quijote, hidalgos ambos que solo tenían la opción de prosperar, en una época ingrata con el valor y el talento, por medio de las armas o de las letras (léase la administración) y, por tanto, destinados a hacer de caballeros andantes cuando ya no los había, si alguna vez los hubo. A la manera de Flaubert, nuestro autor pudo pronunciar, refiriéndose a su obra, el por otra parte apócrifo "madame Bovary, c'est moi", porque habitaba en el interior de la mente del personaje. Una prueba más de que Cervantes no se conformó con inaugurar la novela moderna, sino que ya anunciaba, para quien supiera verlo, mucho de lo que iba a traer de nuevo en los siglos por venir.

Don Quijote y Sancho Panza en una obra artística

Después, siguiendo las líneas de Muñoz Machado a través de la aventura cervantina, uno se da cuenta de que Alonso Quijano no solo es su creador, Miguel de Cervantes, sino también el resto de los mortales, condenados a participar a diario en comedias que no nos es dado eludir, porque cada cual sigue su propia llamada y, como les dice el caballero a su sobrina y ama, "será en balde cansaros en persuadirme de que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea...". Así, don Quijote nos pone además frente a nuestras contradicciones particulares, demostrando con su intermitente lucidez y sus molidos huesos que, si jugamos con ellas, nos iluminan, pero si dejamos que ellas jueguen con nosotros, convirtiéndolas en ideología, nos matan. Para la ideología, como se ve todos los días en las noticias, no hay cura conocida.

¿HOMENAJE DEL AYUNTAMIENTO?

Miguel de Cervantes, perseguido o no por el sentido del humor del destino, fue consciente de que la altura de su novela le redimía de sus circunstancias y le permitía la grandeza moral hasta cuando las bromas eran crueles. Por eso, muchas interpretaciones del texto yerran. No hay una única traducción política ni moral del Quijote debido, simplemente, a que la buena ficción huye de las conclusiones. Por eso, también, hacía falta una biografía como la del director de la Academia, que las contiene y las contextualiza todas, reintegrando la pesada retórica al reino de la narrativa.

Estaremos esperando con impaciencia el evento de Societat Civil Catalana en enero porque, aunque Cervantes tuviese la inteligencia de reírse hasta el final, nosotros no podemos evitar tomárnoslo en serio. Lo mismo que deberían hacer la Generalitat y el Ayuntamiento, a quien corresponde ser los organizadores del homenaje, y a gritos estarían reclamando como suyo al escritor si fuera pintor, o músico, y tuviese la relación que tuvo con la ciudad. Sin embargo, igual que en vida, la gloria y la miseria le vienen siempre al genio alcalaíno del don de la palabra. Por fortuna, aquí también tiene quién le recuerde. 

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