Parafraseando el título de una célebre novela de Chesterton, creo que puedo afirmar que mi viejo amigo (y ex jefe: ¡el único que me ha despedido dos veces, por motivos que pronto aparecerán!) José Luís Martín (Barcelona, 1953) fue durante muchos años el alma del semanario humorístico El Jueves, que no vive actualmente sus mejores tiempos, ni en lo referente a las ventas ni en lo relativo a la calidad. Es más, José Luís fundó El Jueves en 1977, a medias con dos amigos mutuos ya fallecidos, Tom Roca y Carlos Romeu, que murieron no hace mucho y con escasos meses de distancia. Tom y Romeu le fascinaron porque representaban algo que no le resultaba nada familiar a José Luís: la bohemia.

Dos tipos que se inflaban a gin tonics de buena mañana, antes de subir a la redacción de la revista, eran como marcianos para alguien como él, un chaval de Horta (a donde había emigrado su padre, casi analfabeto, desde su Soria natal) y cuyo primer trabajo había sido en el Banco Ibérico, en condición de botones. En cualquier caso, los bohemios y el proletario se llevaron bien y juntos tiraron adelante el más longevo semanario de humor de la prensa española de todos los tiempos, permitiendo gracias al éxito de la publicación que el señor Martín abandonara su aburrida existencia bancaria y se ganara muy bien la vida haciendo dibujitos, que era lo que le había gustado desde siempre.

PIES EN LA TIERRA

Puede que otro se hubiese cambiado de barrio, pero José Luís no se ha movido en su vida de Horta, donde ahora es el feliz poseedor de la mansión de los ricos del barrio, ante cuya fachada pasaba cada mañana para ir al colegio. También es el gozoso propietario de un Mercedes en el que se va divinamente (¡doy fe!), pero el éxito nunca se le ha subido a la cabeza y, además, le ha fomentado la self deprecation, como compruebo cada vez que quedamos a comer e insiste en pagar con la excusa, acompañada de una sonrisa entre irónica y sarcástica, de que es inmensamente rico (creo que aún me está haciendo pagar la vez en que le dije que le consideraba un gran humorista burgués).

Durante nuestro último almuerzo (¡conseguí pagar yo, aunque no creo que dicha efeméride se repita!), José Luís me hizo entrega de su último libro, que es una especie de memorias por revista interpuesta, Desmemorias de una revista satírica, enriquecido por una dedicatoria en la que su Dios me saluda junto al siguiente texto: “Un saludo celestial para Ramón de España, ¡el pecador que fue expulsado dos veces del paraíso” (ahí va mi explicación, que diría Antonio Machín: mis colaboraciones en El Jueves sacaban de quicio a un sector de los lectores, que se hinchó a enviar cartas exigiendo mi cese, que se produjo a continuación por el bien de la revista; acto seguido, empezaron a llegar cartas de mis fans, reclamando mi regreso, que tuvo lugar brevemente, pues los del primer sector reaccionaron airados y esta vez se salieron definitivamente con la suya, logrando que El Jueves sea la única revista de la que he sido echado dos veces, que no me negarán que tiene su mérito. ¡Y sin que mi amistad con José Luís sufriera el menor percance, lo cual dice mucho a favor de los dos!).

IMPOSIBLE DE REEDITAR

Primero con Tom y Romeu y luego con Óscar y Gin (más la imprescindible secretaria y alma del invento Maite Quílez), el señor Martín estuvo al frente del asunto cerca de cuarenta años, cuando El Jueves tenía auténtica gracia y se vendía como rosquillas y no tenía nada que ver con el panfleto supuestamente progresista y presuntamente de extrema izquierda que es en la actualidad. En sus buenos tiempos, El Jueves bebía directamente de la revista francesa Hara Kiri, una admirable animalada que, según José Luís, sería imposible editar hoy en día, cuando el mundo se ha llenado de ofendiditos progres que han conseguido desbancar a la derecha de toda la vida a la hora de ejercer de monjitas prescriptoras de lo que está bien y lo que está mal, de lo que puede decirse y lo que no puede ni insinuarse (como ya predijo el gran Gerard Lauzier: la misma semana, se rió de los curas y de las feministas. ¿Quién se le cabreó, aún a finales de los años 70? Acertaron: las feministas).

Algunos colegas de José Luís Martín han sido francamente injustos con él, considerándolo una especie de funcionario del humor que se ha enfrentado al chiste y la historieta con mentalidad de empleado bancario (no daré nombres, pero están entre los muchos que aparecen en Desmemorias de una revista satírica). No estoy de acuerdo con ellos. José Luis es, laboralmente, una persona muy seria que se convierte en un señor muy divertido en sus horas de asueto. Cierto, nunca le ha ido la bohemia, ni el alcohol, ni las drogas. Lleva casado (y contento) con la misma mujer desde los años 60. Tiene dos hijos y algunos nietos. Le gusta veranear en la Cerdaña e irse de pesca a lugares remotos con algún amigo. Pero gracias a su manera de ser y actuar, El Jueves fue bajo su mando un producto eficaz y fiable con un ojo puesto en el humor y otro en la cuenta de resultados, sin cuyo buen funcionamiento, el humor perece de inanición.

Quienes se hagan con Desmemorias de una revista satírica intuirán más que verán a José Luís Martín, que se parapeta (y se explica) a través de la gente que trató en El Jueves y de las vicisitudes que atravesó la revista durante su largo periplo editorial. No le verán presumir de las aventuras de Dios o de Quico el progre. O de sus incursiones en el mundo del teatro, del que salió notablemente escaldado. El José Luís del libro se parece bastante, eso sí, al de carne y hueso: una persona normal en el mejor sentido del término, un buen tipo y, sobre todo, alguien que, a día de hoy, todavía da la impresión de no acabar de creerse que ha conseguido ganarse la vida haciendo dibujitos. Y los sigue haciendo, como demuestran su estupendo chiste diario en La Vanguardia, su biblioteca de humor gráfico internacional online y su condición de jubilado que no deja de trabajar ni que lo maten.