En tiempos pasados, las calles de Barcelona estaban llenas de profesiones ahora casi olvidadas, que desempeñaban un papel vital en la vida cotidiana de la comunidad. Los serenos, por ejemplo, eran guardianes nocturnos encargados de mantener la seguridad en las calles, alertando a la población sobre cualquier amenaza o emergencia. Su presencia era reconfortante para los ciudadanos.

Los escribientes, por otro lado, eran expertos en la escritura a mano y desempeñaban un papel esencial en la redacción de documentos legales y comerciales en una época en la que la tecnología de la información no existía. Los repartidores de vino eran comerciantes ambulantes que llevaban el vino a los hogares y bodegas de la ciudad, satisfaciendo la sed de los ciudadanos.

REGADORES MUNICIPALES Y VENDEDORES DE HIELO

Los regadores municipales eran responsables de mantener los espacios públicos verdes, como parques y jardines, asegurando que las plantas recibieran suficiente agua para florecer. También destacaba la figura de los vendedores de hielo, que eran un alivio en los calurosos días de verano, entregando bloques de hielo a los hogares para mantener los alimentos frescos. Los ropavejeros recolectaban y vendían ropa usada, brindando opciones asequibles a quienes no podían permitirse comprar ropa nueva.

Aunque estas profesiones han perdido relevancia en la sociedad moderna, son un recordatorio de la diversidad de oficios que alguna vez florecieron en nuestras calles y contribuyeron al bienestar de la comunidad.