De la misma manera que, a veces, los árboles no dejan ver el bosque, en ocasiones la ciudad oculta pequeñas joyas arquitectónicas que quedan ocultas entre los edificios. Algo de eso hay en el número 572 de la calle València. No diré que ha sido de la noche a la mañana, porque estaría mintiendo, pero hacía tiempo que no pasaba por ahí y, de repente, desde el semáforo de enfrente, me he dado cuenta de que, donde yo recordaba una pequeña casa unifamiliar de planta baja y un piso, ahora luce un edificio de cinco plantas moderno.

“Adiós a las fierecillas aladas que vigilaban la calle desde el balcón”, he pensado. Pero no, al echar un vistazo en vertical, me he dado cuenta: el pez grande ha fogacitado al chico, pero respetándolo e integrándolo en la nueva construcción. Me alegro, y os diré por qué: esa vieja casita destartalada, vieja y deslucida que pasaba desapercibida en mitad del trajín del Eixample izquierdo es una modesta obra modernista, según el Inventario General del Modernismo de Valentín Pons.

CASA JOSEFA PLAYA

Conocida como la Casa Josefa Playa, fue construida en 1901 por el arquitecto barcelonés Jaume Bayó i Font (1873-1961). Y atención, porque este arquitecto, que estudió en la Escuela Técnica Superior de Barcelona, donde se graduó en septiembre de 1900, fue ayudante de grandes genios modernistas como Lluis Domènech i Montaner y Antoni Gaudí, con quien colaboró en la Casa Batlló y la Casa Milà.

Pues sí, este colaborador de grandes genios, hizo su propio camino en solitario y llevó a cabo grandes obras en solitario, principalmente de estilo modernista, como la Casa Baurier, en la calle Iradier de Barcelona. La Casa Josefa Playa es una de sus primeras obras. Quizá no tenga el empaque de otras posteriores ni sea tan vistosa, pero sí tiene su firma modernista en los detalles. Olvidemos por un momento las cuatro últimas plantas del actual edificio y aguzad la vista. ¿Podéis distinguir la casa original?

DOS GRANDES ENTRADAS

En la planta baja destacan dos grandes entradas, una de ellas biforada, con una esbelta y delgada columna que la divide en dos. En la primera planta, destaca el balcón corrido, sostenido por dos ménsulas con detalles florales, que une las dos aperturas.

La barandilla es de piedra muy trabajada y en ella montan guardia ocho pequeñas bestias esculpidas con la boca abierta y las alas desplegadas. Por encima de las ventanas del primer piso, tres aperturas ciegas con decoraciones en piedra se refugian entre las pequeñas columnas, que simulan sostener tres arcos apuntados. Otros cuatro arcos, pero estos lobulados, y colocados boca abajo, forman el original coronamiento de la antigua casa, justo donde ahora arrancan las cuatro nuevas y modernas alturas que ha ganado el edificio.