Es única en su especie. La Casa de la Barceloneta es el último ejemplo en el barrio de edificio cabeza de manzana, es decir, con fachada a tres calles −Sant Carles, 6; Sant Elm, 13, y Sant Miquel, 52−, que ha conservado su aspecto original (al menos en el exterior): el que le dieron en el siglo XVIII los ingenieros militares que levantaron este barrio, en una zona ganada al mar. Sí, hubo un tiempo en que el barrio de la Ostia acababa aquí, y, más allá, se abría el mar.
Durante años, esta rara avis fue conocida como la Casa del Porró, por el restaurante que ocupó su planta baja y que exhibía en sus rejas un porrón rojo. Antes, a principios del siglo XX, fue un colmado. En 2011, tras años de abandono y la rehabilitación llevada a cabo por Foment de Ciutat Vella y adjudicada a Contratas y Obras, la casa se recuperó como equipamiento cultural “dedicado a recuperar la memoria histórica y colectiva del barrio y a poner en valor su patrimonio”, dice en su página web.
ESTILO SETECENTISTA
Pero su historia empezó mucho antes, en 1761. El barrio de la Barceloneta fue fundado en 1753 siguiendo el trazado de Juan Martín Cermeño, y con un modelo de vivienda muy concreto que se resume en esta casa de estilo setecentista: edificaciones de planta baja y un solo piso para facilitar la defensa de la Ciutadella desde Montjuïc y no interferir en el radio de alcance de los cañones.
Las tres fachadas de la Casa de la Barceloneta presentan cada una tres aperturas por nivel, todas ellas con voluta en la clave central y adornadas con un frontón triangular. El color rojizo de su fachada de ladrillos simulados no es un capricho, sino el color original que rebelaron las catas previas a su rehabilitación.
El promotor y primer dueño de esta casa fue Joan Coll, un espartero. Sus herederos la vendieron, en 1783, a Andreu Sust, un maestro astillero descendentes de un calafate genovés establecido en el Masnou finales del siglo XVII. Todos estaban ligados directa o indirectamente con el mar, como los primeros pobladores del barrio. En el interior de la casa, sin embargo, no queda ni rastro de sus orígenes vinculados a la gente de mar que la habitó.