Las ermitas, esas capillas o santuarios típicamente pequeños, emplazados en lugares recónditos y alejados del bullicio, marcan el paisaje espiritual de Catalunya. No son pocas las que salpican la región, y entre ellas, la ruta de las siete ermitas se erige como un recorrido cultural y religioso que no se debe pasar por alto.
Un mirador espiritual
Dominando la sierra de Bellmunt, a 1246 metros de altitud, se halla el Santuario de Nuestra Señora de Bellmunt, custodio de la Plana de Vic y las majestuosas montañas del Prepirineo. La estructura original, una nave del siglo XIII, custodiaba la capilla y la imagen de la Mare de Déu de Bellmunt. Con el tiempo, la añadidura de naves laterales ha dado forma a la imponente construcción que hoy se alza ante los visitantes.
Una ermita entre las nubes
Jacint Verdaguer describió este santuario como 'una ermita suspendida en el cielo', una imagen que aún perdura en la imaginación colectiva. Hoy día, el santuario, conocido en la comarca simplemente como "Bellmunt", cuenta con un hostal y un restaurante, accesibles desde San Pedro de Torelló a través de una carretera asfaltada que es en sí misma un peregrinaje a través de la historia y la naturaleza.
Castillo de Sa Regañada
En el siglo XI, el castillo de Sa Regañada, predecesor del santuario actual y parte de una línea defensiva que incluía fortificaciones como las de Curull y Besora, fue cedido por el conde de Besalú a su hijo Guillem. Aunque el castillo quedó en el olvido tras perder su importancia estratégica, los restos aún frente al santuario cuentan una historia de épocas pasadas.
Culto a lo largo de los siglos
A pesar de que la primera mención del santuario data de 1240, ya en 1219 se conocía la existencia de una capilla en honor a la Mare de Déu de Bellmunt. Documentos de 1392 registran a ermitaños recolectando fondos y, durante el siglo XVI, se realizaron ampliaciones significativas, incluyendo la residencia para el ermitaño y un albergue. A lo largo de los siglos, el santuario ha enfrentado profanaciones y daños por inclemencias del tiempo, pero en 1982, la Diputación de Barcelona tomó cartas en el asunto, restaurando el santuario a su estado presente y dotándolo de un hostal y restaurante para acoger a los peregrinos y visitantes.