Lo sabe todo sobre Barcelona. Buceó en los periódicos de época, en documentos institucionales, y puso en pie obras como La verdad sobre el caso Savolta, o La ciudad de los prodigios, siempre fiel a su editorial Seix Barral. Eduardo Mendoza acaba de publicar Tres enigmas para la Organización, una novela en la que se ha dejado ir, porque, como él señala, ya estaba “retirado” y se podía permitir todo el humor del mundo. Mendoza se ha identificado, sin embargo, con la ciudad de Barcelona, con su auge y su decadencia, con sus gentes y sus manías. Y llega a la conclusión de que ha logrado algo sublime para todos aquellos que no son locales, aunque con un claro riesgo: “Barcelona debe replantarse a sí misma porque puede dejar de hacer gracia”.
La ciudad, vista por Mendoza, tiene una gran virtud, aunque depende de para quién. “Barcelona es la ciudad ideal para pasar cinco días, es una ciudad para pasarlo bien”, señala, en un coloquio con el editor Daniel Fernández en el Círculo Ecuestre.
Mendoza, relajado, pero siempre con una medida exacta de sus palabras, ha participado en el ciclo sobre literatura y Barcelona que ha organizado el Círculo Ecuestre, de la mano de su presidente, Enrique Lacalle. El argumento del escritor es que Barcelona cambió de rumbo por completo a partir de los Juegos Olímpicos de 1992, cuando los visitantes descubrieron unos tesoros en la ciudad que sus propios residentes habían dejado de lado, como toda la obra de Gaudí. Mendoza recuerda que los periodistas extranjeros le preguntaban por el éxito de la ciudad, y él señalaba que no lo entendía, porque él no veía nada especial en ella.
Pero esa transformación urbanística, centrada en el sector servicios, ha colocado a la ciudad en un centro turístico de primera magnitud. Para el autor de Sin noticias de Gurb, “es una ciudad para pasarlo bien, con cinco días por delante para ver Gaudí, el Gótico, el Born, compras y Paseo de Gràcia y vuelta a la ciudad de origen”. Esa urbe, “con servicios”, sin embargo, puede correr un gran riesgo. A juicio de Mendoza, ha llegado a un “punto de inflexión” en el que deberá pensar en su futuro. “Se debe replantear a sí misma, sino se concentrará en algo que dejará de tener gracia”, en alusión a un exceso de turismo, o a dejar toda la economía en manos del sector servicios.
Una de las consideraciones de Mendoza enlaza el turismo con la vitalidad del teatro. A su juicio, la presencia de turistas ha llevado a una apuesta por los musicales, ya que el teatro en una lengua que no se domina es más difícil de seguir. Eso sucede en gran medida en Madrid, aunque también se ha producido, según Mendoza, en Barcelona.
La conversación con el editor Daniel Fernández, presidente de la Federación del Gremio de Editores de España, ha derivado hacia la reflexión literaria y también sobre el proceso independentista. Mendoza publicó en 2017 ¿Qué está pasando en Catalunya?, una reflexión que pretendía, en primer lugar, explicarse a sí mismo la naturaleza del proceso y, al mismo tiempo, a alguien de fuera. Su posición ahora es la misma que entonces. “Me pareció un disparate, algo innecesario”, de la misma forma que le pareció el “Brexit”. Son procesos, a su juicio, que se desarrollan cuando hay “un gran malestar, por diversos factores”.