Un edificio de altura y un artista de enorme calidad. El Palau Martorell y Marc Chagall. La blancura de la nieve en el suelo y los edificios que se sitúan en un segundo plano contrastan con el rojo y el azul brillante de las casas de madera. Un trineo surca los cielos volando por los tejados, destapando el paisaje invernal y navideño de la ciudad bielorrusa de Vitebsk. La obra 'Pobla Rus' del pintor ruso y francés judío Marc Chagall --nacido en 1887-- es una de las que están colgadas en las paredes del neoclásico Palau Martorell de Ciutat Vella. La exposición titulada Chagall ahonda en su trayectoria vital y artística y eleva al olimpo cultural de Barcelona el edificio ideado por Joan Martorell i Montellsal. Aquí, el artista fusiona su dolor marcado por los sucesos históricos europeos del siglo XX, las tradiciones bielorrusas y judías con la alegría del amor verdadero.
La obra 'Pobla Rus' forma parte de la primera temática del recorrido de la muestra: orígenes. La pintura describe la aldea del municipio donde se crio Chagall. En la misma se aprecia ese sentimiento de nostalgia que persiste en el autor, pese haber vivido gran parte de su vida en París, donde se encontró inmerso en la efervescencia cultural y artística de la época. El artista quiso ambientar este homenaje a la memoria de su país natal en un periodo anterior a la Revolución Rusa de 1917, pues el espíritu navideño del trineo retratado ya lo evidencia.
El edificio, sede de la exposición de Chagall, se construyó entre 1886 y 1900, bajo la dirección del arquitecto Joan Martorell i Montells. Martorell creó un edificio neoclásico que muestra los elementos novecentistas que dominaron Barcelona desde el S.XIX. La combinación de monumentalidad y solemnidad del edificio transmite los valores que la institución quería reflejar a través de la sencillez y de la falta de elementos recargados o barrocos.
El Palau Martorell destaca por sus dimensiones grandes, su tamaño ancho y la distribución de los elementos decorativos en el interior de la fachada principal. Ubicado frente a la plaza de la Mercè, el edificio ha acogido una amplia variedad de actividades, desde exposiciones de arte hasta conciertos y conferencias. Con la exposición sobre Chagall, el equipamiento se incorpora a otros grandes espacios de la ciudad, y supone, él mismo, un espacio de arte para el propio visitante local y extranjero de la ciudad.
Una de las cuestiones que se reprochan a Barcelona, desde hace unos años, es que no cuenta, a lo largo del año, con grandes exposiciones internacionales, con una oferta que pueda arrastrar a un público internacional interesado especialmente en el arte pictórico. Sí ha tenido, en los últimos meses, la exposición sobre Miró y Picasso, con un éxito mayor de lo esperado por parte del público barcelonés. Pero, en comparación con Madrid, que cuenta con enormes focos como El Prado o el Princesa Sofía, en la capital catalana se pide un mayor esfuerzo, más allá de las muestras que también presenta el MNAC.
En el caso del Palau Martorell, lo que se busca es exponer grandes nombres del arte. Se trata de una iniciativa privada que dirige Jesús Rodríguez y José Félix Bentz, que son gestores culturales con una larga trayectoria. Lo que ellos mismos han señalado es que quieren convertir el edificio en un espacio “polivalente”, con la idea de complementar la oferta cultural de la ciudad, para que sea un “verdadero motor”. Y, por tanto, el propio Palau Martorell, ya es “un proyecto de ciudad” en sí mismo. El objetivo es traer a Barcelona muestras de grandes maestros, como es el caso de Chagall, y otros nombres como Alphonse Mucha, Calder, Basquiat, Lempicka o Tamara. Justo antes de Chagall, el Palau Martorell albergó una muestra de Sorolla.
Pero, ¿qué ofrece el artista ruso a la amplia oferta cultural en Barcelona? Hay que situarse en el contexto histórico, en 1917, con la irrupción del régimen comunista. En ese momento, la práctica religiosa fue restringida y la Navidad se despojó de su carácter religioso y se convirtió en una festividad secular. El mismo contexto político de la época, marcada también por la Primera y Segunda Guerra Mundial y la falta de oportunidades artísticas, alejó a Chagall de su tierra natal. Cambió de residencia varias veces y huyó en varias ocasiones: pasó temporadas en Rusia, Francia y Estados Unidos, especialmente cuando escapó de la persecución nazi. Un momento crítico en el que buscó refugio en el mundo sagrado.
Mundo sagrado, su refugio
La segunda temática de la exposición es el mundo sagrado, que estuvo presente en Chagall desde que era niño. Sin embargo, el contexto político en Europa, influenciado por un creciente antisemitismo, empujó al artista a refugiarse con más fuerza en la religión y en 1931 viajó a Palestina, considerada la Tierra Santa.
Para Chagall, Cristo es un gran poeta, cuya enseñanza se estaba olvidando en el mundo moderno. ¿Y quién es el mayor poeta del Antiguo Testamento? El rey David. Una de las obras que aparecen en esta sección es la de David y Goliath, la cual se desarrolla en dos escenas. En la parte superior, relata la gesta de David, el joven pastor israelita que, iluminado por Jehová, derrota el gigante Goliath temido por todos. La historia nos enseña como el débil puede vender al poderoso. A David en ocasiones anteriores, el señor le había ayudado para defenderse de las fieras que atacaban a sus ovejas.
Del mismo modo, Chagall entendía que con la ayuda divina podría hacer frente a las dificultades de su vida. La segunda escena se desarrolla en la parte interior, donde El rey David toca el arpa para su pueblo. Chagall utiliza distintos colores para señalar los elementos que más le interesan. Pintada en 1981, al final de su vida, Chagall vuelve su atención a la religiosidad.
Éxodo, varios cambios de residencia
Éxodo es la temática que sigue al mundo sagrado en la exposición. Chagall se instaló en Francia tras abandonar su país natal. La capital francesa se había convertido en el centro de arte de Vanguardia europea. Sin embargo, años después el exilio se repite cuando debe huir de Francia por la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La estancia del artista a Estados Unidos se prolongó entre 1941 y 1948, periodo en que falleció su amada Bella. Pese a estar destrozado por dentro, el regreso a Francia supuso la vuelta definitiva y comienza entonces una nueva etapa llena de luz y color.
Una de las obras que captura la emotiva escena del Éxodo judío es La caída de la lluvia, también conocida como Éxodo. En la pintura, se puede observar una multitud de personas, representadas con formas alargadas, que se mueven en dirección opuesta al espectador. Algunas figuras llevan consigo pequeños bultos, los cuales simbolizan sus pertenencias que llevan durante su éxodo.
Color, vuelta a la armonía
Los colores vuelven a tomar protagonismo en sus obras, tras su regreso a Francia. El artista recupera la armonía en su vida. Temas como la literatura, el circo, las flores o el amor también cobran fuerza en sus pinturas. Los elementos iconográficos recurrentes son coloridos ramos de flores, construcciones, casas de madera, instrumentos musicales como el violín, autorretratos, personajes que vuelan, multitud de animales, como el gallo o el asno.
Una de las obras características de esta cuarta temática de la exposición es El violinista. Esta pintura muestra a este músico flotando en el aire sobre un pueblo ruso, tocando su violín con pasión y energía. Los colores y las formas crean una atmósfera de alegría, fantasía y poesía. La misma imaginación y poco realismo lleva a Chagall a hacer varias representaciones de la capital francesa que están llenas de su carácter onírico peculiar. En una de las obras del artista se puede observar como dos cabezas de enamorados sobrevuelan Notre-Dame, la torre Eiffel y los puentes sobre el Sena.
Grandes artistas
El amor siempre fluctúa en el interior del artista, ya que, a su juicio, es el único que da sentido a su vida. Ni las guerras, ni los exilios, ni todas las dificultades por las que ha pasado marcadas por el contexto histórico tan devastador, ha abatido este sentimiento tan genuino. De ahí que las últimas obras de la exposición estén dedicadas a su amada y musa Bella, que pese a su trágica muerte, visita sus lienzos eternamente. Para él, ella era un ramo de flores, un elemento que en los cuadros de Chagall nunca es decorativo, sino que siempre tiene vida propia.
Ahora Chagall se podrá identificar con Barcelona, con el propio edificio que alberga sus obras, en un intento de que los grandes artistas puedan admirarse de forma individual, sin formar parte de exposiciones temáticas o colectivas. Se trata del Palau Martorell, que busca un hueco entre los grandes museos y equipamientos de la capital catalana.