La calle del Pistó, en Camp de l’Arpa-Clot, es una línea en el tiempo dividida en dos tramos diferenciados, presente y pasado. El “hoy” echa andar en el cruce con Ripollès y avanza hasta diluirse a su paso por la plaza de Can Robacols y alcanzar la calle Besalú. Allí, tras una verja entre edificios, se abre el tortuoso y estrecho caminito al “ayer” que discurre entre un puñado de casitas bajas de planta y piso y desemboca en la calle Coll I Vehí. Es un pequeño rincón pintado de blanco, por donde se cuela el sol, una callejuela de pueblo con macetas y flores que, en apenas 200 metros, reúne la esencia de una barriada ya desaparecida: Can Robacols.
Plan General Comarcal de 1958
Can Robacols ocupaba el centro del actual barrio de Camp de l’Arpa, y estaba formado por apenas seis o siete callejones sin asfaltar, donde se alineaban casas humildes y sencillas, de planta y piso, con paredes blancas, como las de la calle del Pistó. Su aspecto rural, como de nido de barracas, contrastaba con los edificios modernistas que fueron creciendo más allá de sus límites. Quizá, por ello, el Ayuntamiento se planteó poner fin a aquel incidente urbanístico, a través del Plan General Comarcal de 1958.
Solo fue un intento. El barrio de Can Robacols no desapareció hasta principios de la década de los 80 del siglo pasado, cuando los planes urbanísticos se llevaron por delante las calles Mataplana, Infante o Lluís Rigalt, entre otras. Eso sí, la reivindicación vecinal consiguió mantener vivo aquel trozo de la historia de la ciudad entre las cuatro esquinas de una plaza bautizada con el nombre del desaparecido barrio.
Otros secretos de la calle
En este escenario, la calle del Pistó no es más que un vago recuerdo que ha conservado su esencia… y también su nombre, que se remonta al siglo XIX. Al parecer, un vecino del callejón que entonces no tenía nombre, cansado de esperar a que pusieran la placa, cogió pintura negra y brocha y lo bautizó él mismo. El misterio es: ¿por qué “Pistó”?
No es el único secreto que guarda la calle. En agosto de 2014, el autor del blog Còdols dels rius pirinencs revelaba entre recuerdos que a casa de sus abuelos, se entraba por la calle del Pistó a través de una gran puerta que daba a un patio, y en el centro de este, estaba la entrada a un refugio. Meses después, durante unas obras en la vecina calle Ripollès, salían a la luz los restos del refugio identificado como el 173, que se extiende por debajo de la calle del Pistó, incluido el tramo antiguo que desemboca en Coll I Veí.