En Barcelona hay calles que rinden homenaje a hombres y mujeres del ámbito de las letras, las ciencias, la política, la economía, la medicina, la religión o el espectáculo; calles que recuerdan poblaciones, países, accidentes geográficos o fechas históricas destacadas. Sin embargo, también hay calles dedicadas a cosas más cotidianas y mundanas, incluso las más desagradables, como las cloacas. 

Sí, en efecto, Barcelona tuvo una calle la Claveguera, ubicada en el corazón del barrio de la Ribera, que conectaba Sant Pere Més Baix con Fonollar. El origen de su nombre se remontaba al siglo XVI y hacía referencia a  la cloaca que discurría por debajo de la calle, todo un hecho para recordar, pues se trata de a primera de toda Barcelona en contar con un sistema de desagüe de aguas negras. 

En memoria de dos pedagogos

El homenaje a tan singular mérito duró hasta los años 70 del siglo XX, cuando se hizo realidad la encarecida petición de cambio de nombre de la calle por parte de los vecinos. Desde entonces, pasó a llamarse “dels mestres Casals I Martorell, esta vez, en memoria de Ignasi Casals I Josep Martorell, dos pedagogos, autores de una popular aritmética utilizada en la época, que impartían clases a escasos metros, en las escuelas municipales ubicadas en la calle Sant Pere Més Baix, 33.

De su antiguo nombre y la cloaca que lo inspiró solo queda la historia resumida en un poema sobre una placa de cerámica colocada en la fachada lateral del edificio que ocupa la esquina donde nace la calle. Leedla con calma y cuando acabéis, fijaos en el portal de medio punto adovelado que hay junto a la placa. 

Pequeño tesoro

Sí, toca tomar distancia, situarse frente al edificio y observar con atención, desde la acera opuesta, todos los detalles. No os dejéis llevar por su aspecto descuidado, porque se trata de un pequeño tesoro. Para empezar, data de 1779, aunque conserva algunos elementos más antiguos, del siglo XVI-XVII, como ese portal junto a la placa o las ménsulas camufladas en una de las ventanas del primer piso. Algo desgastada por el paso del tiempo, en su fachada destacan los esgrafiados sobre fondo amarillo con motivos neoclásicos que representan jarrones, medallones, bustos sobre pedestales y elegantes cortinas recogidas con borlas para dejar entrar el sol. Es conocida como la Casa de los Cortinajes y su ornamentación, al parecer, tiene que ver con la profesión de su propietario original, un maestro cordonero al que no debía irle nada mal económicamente.

Y ahora, avancemos por la antigua calle de la Claveguera, porque aún aguarda algún tesoro más. Camuflado entre los edificios, discreto y muy modesto, se encuentra uno de los pocos abrevaderos que aún se conservan en la ciudad. Algunos documentos apuntan a que originalmente era una fuente pública, ya que todavía se puede observar la puerta de madera que daba acceso al pozo de agua.