Si dejamos volar la imaginación, casi podríamos ver la escena: un nadador en lo alto de la Torre Urquinaona, convertida por unos minutos en improvisado trampolín. Los pies ligeramente separados y los brazos extendidos hacia arriba para mantener el equilibrio y la estabilidad. ¿Oís la señal? Ahora el nadador flexiona las piernas y se impulsa hacia arriba con fuerza, utilizando la potencia de sus músculos. ¡Alehop! Y su cuerpo se eleva en el aire, mientras busca mantenerse en una posición aerodinámica: brazos estirados hacia arriba y piernas juntas y extendidas. Y una vez alcanza la cima, empieza el descenso en picado: una, dos, tres acrobacias, un giro, otro. Y su cuerpo se estira al máximo preparado para entrar en el agua con la menor resistencia posible. ¡Zas!
Pero, ay, justo en el momento de sumergirse la cabeza hasta los hombros, el tiempo se congela a la entrada de la Torre Urquinaona. El agua se solidifica y se convierte en una placa de frío metal sobre la que se dibuja la cuadrícula del Eixample trazada por Cerdà. Y el torso y las piernas del nadador se zambullen en la ciudad fundiéndose con ella, como una invitación a penetrar en las profundidades de Barcelona.
No es una ilusión óptica. Es El saltador, una escultura obra del artista internacional Jordi Díez, que conquistó este rincón de la ciudad en octubre de 2023. Inspirada en el saltador de trampolín británico Tom Daley, mide más de tres metros y está tallada en un tipo de acero inoxidable, conocido como acero marítimo, especialmente resistente a las inclemencias del tiempo.
Díez tardó un año en esculpir esta figura masculina. Está moldeada a mano con electrosoldadura y reforzada con una estructura interior también de acero, material que le otorga ese aspecto brillante a la vez que cambiante, pues su metálica piel varía de color en función de la luz que la baña.
Dicen que El saltador no ha tenido que pasar por los filtros del arte público. Sí, es visible desde la acera y está ubicado en una zona de libre acceso, pero el Ayuntamiento no es responsable de su instalación porque, en realidad, se zambulle en suelo privado perteneciente a la parcela urbana de la Torre Urquinaona. La empresa The 19th Hole, que alquila salas para reuniones y eventos en la planta 19 del edificio, hizo el encargo y ha corrido con todos los gastos. Este inquilino mecenas ha proporcionado a la ciudad un nuevo rincón para que los barceloneses disfruten del arte… Y para incorporar en las guías turísticas.