Un nuevo consenso sobre cómo puede competir Barcelona en el mundo, con la convicción de que el turismo tiene externalidades negativas que pueden complicar la vida a los propios barceloneses en los próximos años. El ensayista Josep Burgaya, decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la UVIC, cree que la coyuntura política puede facilitar las cosas para “reordenar” el modo en el que puede organizarse la capital catalana: “Barcelona necesita un nuevo relato sobre la competitividad de su economía, que puede llegar cuando la política catalana se normalice, y en el Ayuntamiento de Barcelona su gobierno pueda cobrar una mayor estabilidad”.
Lo ha señalado Burgaya en la presentación de su libro Homo Videns, en la librería Documenta, en un acto en el que el público asistente ha reclamado respuestas por parte de la Administración a un fenómeno que ya preocupa seriamente a las grandes ciudades globales: cómo manejar el turismo. Burgaya entiende que el sector turístico debe ser importante, que no se trata de ir en contra de una industria dinámica, pero que ha alcanzado un porcentaje del PIB “excesivo”. En Barcelona es ya del 15%.
¿Moverse continuamente?
“Ahora se habla de reindustrialización, y a mí eso me suena bien, porque hay que pensar en otro tipo de economía que aporte más. El turismo es como una lluvia ácida, porque se basa en bajos salarios, y lo que se queda en la ciudad es mucho menos que los ingresos de las plataformas tecnológicas, los hoteles o la industria aérea, que son los que ganan de verdad”, ha señalado Burgaya.
El ensayista entiende que se debería impulsar un cambio cultural que lleve a los ciudadanos a pensar más en cómo viajar, “y a dejar de pensar que hay que moverse continuamente”. En esos viajes de corto radio, en Europa, se pasa un fin de semana o tres o cuatro días sin apenas ver nada, a su juicio, o, en todo caso, “haciendo casi lo mismo que en casa, comprando en las mismas cadenas de tiendas, o cenando en el mismo tipo de restaurantes, ¿es eso viajar?”
Extrañamiento de los barceloneses con su ciudad
En las preguntas de los asistentes y en las propias explicaciones de Burgaya ha quedado latente la necesidad de reordenar el turismo en Barcelona, pero con un dilema: ¿subir precios para logar otro tipo de turismo, o, en realidad, intentar que se viaje menos a la ciudad, como ya están haciendo las autoridades de Amsterdam?
Para Burgaya no se trata de restringir el viaje, “porque, afortunadamente, ha habido una democratización del turismo, y no queremos volver a los tiempos en que sólo los más privilegiados se paseaban meses por Europa, como hacían los ingleses en el siglo XIX”. Sin embargo, “habrá que buscar fórmulas para que otras actividades puedan compensar un posible descenso del turismo, porque, en todo caso, no es sostenible, debe decrecer nos guste o no”. Entre las externalidades negativas, Burgaya señala el incremento del precio de los alquileres, con viviendas por las nubes para los ciudadanos de Barcelona, o “el propio extrañamiento de los barceloneses con su ciudad, porque la conocen cada vez menos, con todo enfocado al turista”.
Nuevo clima político
¿Qué hacer? Una de las ideas que ha surgido del debate con Burgaya es la posibilidad de que la tasa turística que cobran los hoteles por cada pernoctación no se destine a promoción o eventos concretos de la ciudad, sino directamente a servicios como la limpieza o la recogida de basura. Es decir, que todos esos recursos compensen el propio gasto del Ayuntamiento forzado por el uso del espacio público que viene dado por el turismo.
Burgaya no detecta que el Ayuntamiento de Barcelona haya generado un discurso fuerte y claro sobre el propio modelo económico de la ciudad. Admite que el alcalde Jaume Collboni gobierna en minoría y que eso lo ha condicionado en el año de mandato que lleva al frente del consistorio. Pero eso podría cambiar. “Se necesita un nuevo relato, distinto del que hemos tenido a lo largo de los años. Con Pasqual Maragall se apostó por la apertura de la ciudad, con los Juegos Olímpicos, y fue un éxito. Después los alcaldes que llegaron mantuvieron la apuesta. Colau quiso restringir la construcción de hoteles, pero fue contraproducente. Y ahora faltaría algo distinto, que creo que sólo podrá llegar con un nuevo clima político, si se normaliza la situación en el conjunto de la política catalana. En ese caso, se debería pensar en modelos distintos, en la competitividad, en el turismo, en la reindustrialización, y ver qué hace cada uno”, remacha Josep Burgaya.