La Sociedad Suiza de Barcelona es hoy una modesta sociedad helvética, de apenas 120 socios y 300 amigos, radicada en la calle Alfons XII de Sant Gervasi, donde posee un restaurante (El Club Suizo) desde el que organiza charlas, reuniones y eventos. Es una suerte de lobby y punto de encuentro entre amantes y descendientes de la cultura helvética; desde donde se recuerda a la generación de empresarios y trabajadores que emigraron a la Catalunya industrial del Siglo XIX, en pleno apogeo cultural y económico.
Aunque ya existía desde 1850 una Sociedad Helvética de Beneficencia, en 1889 se fundó la Société Helvetia para tejer lazos entre la cultura suiza y la catalana y como centro de ayuda entre expatriados. Durante la primera época, la casa del Club Suizo fue Els 4 gats, el mítico café núcleo del modernismo y por cuyas mesas pasaron Pablo Picasso, Antoni Gaudí o Santiago Rusiñol; émulo barcelonés de la bohemia parisina. Fue en aquellos años cuando la entidad aceptó como socio a Joan Gamper, fundador del FC Barcelona.
Crisis y renacimiento de la sociedad helvética tras las guerras
En 1904 se mudaron a la Cervecería Moritz, donde su número de socios y actividades despuntó. Crearon una sección de bolos, realizaban excursiones, clases de canto y campeonatos de naipes. Duraron poco en la casa cervecera, y en los siguientes años convulsos atravesaron crisis, conflictos bélicos y cambios de estatutos.
En 1926, por imperativo legal, se modificaron los estatutos y se cambió el nombre a Sociedad Suiza de Barcelona. La tranquilidad no les llegó hasta pasada la Segunda Guerra Mundial: en 1946 comenzaron tiempos dulces para el club, y gracias al apoyo financiero de socios y empresas suizas radicadas en Barcelona compraron una torre con jardín en la calle Ballester, e inauguraron un segundo local social en Ronda Sant Pere.
La reconversión de la Sociedad Suiza en el presente
El tiempo pasó, y el número de socios (especialmente jóvenes) decreció, lo que mermó económicamente a la entidad. Eso les llevó a compartir ubicación con la Escuela Suiza, con la que actualmente colindan en la calle Alfons XII. El club suizo tiene sede en un restaurante, donde organizan actividades y se reúnen miembros de la comunidad helvética. Hoy no tiene voluntad de influencia política, pero sí que organiza desayunos empresariales con personalidades de alto rango de la economía, la ciencia, la política y la cultura (en colaboración con la Asociación Económica Hispano Suiza y el apoyo del Consulado General).
Como todo, la Sociedad Suiza ha cambiado. Los vuelos baratos y la comunicación online han eliminado la distancia con Suiza que existía antaño, y aunque la nostalgia de la patria perdida siga acechando a muchos, las funciones de la entidad no son hoy las mismas. Entonces. "¿Para qué hace falta un Club Suizo?", se preguntan algunos socios. La respuesta, para el presidente Bruno Wiget, está clara: no perder el contacto con la lengua materna y con la propia cultura. Además, cada vez son más los ciudadanos con doble nacionalidad y socios catalanes "de segunda generación", que se interesan por la historia y las particularidades de la patria que dejaron tras de sí sus ancestros.