A menudo, la historia nos presenta la línea de tren Barcelona-Mataró como el primer ferrocarril construido en España, inaugurado en 1848. Sin embargo, este relato es incompleto. El primer tren español no fue en la Península Ibérica, sino en la entonces provincia española de Cuba, cuando en 1837 se inauguró la línea La Habana-Güines. Esta línea, de 27,5 kilómetros, fue construida para facilitar el transporte de mercancías, especialmente azúcar, desde las plantaciones hacia el puerto de La Habana. Se trata de un hito que, aunque fuera de la actual geografía española, formaba parte del imperio español en esa época.
El ferrocarril de La Habana a Güines fue un proyecto ambicioso, que reflejaba el progreso tecnológico que estaba viviendo el mundo en el siglo XIX. Con su construcción, Cuba se adelantó a muchas regiones de la Península y se convirtió en el primer territorio bajo soberanía española en tener un tren. A pesar de este logro, la historia ha minimizado su relevancia, destacando, en cambio, el ferrocarril de Barcelona a Mataró como el primero de la España continental.
Barcelona-Mataró: el primer tren en la Península
Unos años después de la inauguración de la línea en Cuba, la Península Ibérica no tardaría en sumarse a la revolución ferroviaria. En 1848, se inauguró la línea Barcelona-Mataró, la primera del territorio peninsular. Esta línea, que todavía hoy sigue en uso, tenía una longitud de 29,1 kilómetros y conectaba Barcelona con la ciudad de Mataró. Además, incluía paradas en otras localidades cercanas como San Adrián de Besós, Badalona y Premiá de Mar, lo que fomentó el desarrollo de estas poblaciones costeras.
El éxito de esta línea fue un ejemplo claro de cómo el ferrocarril podía transformar las relaciones entre las ciudades, facilitando el transporte de personas y mercancías. La línea Barcelona-Mataró fue posible gracias a la inversión privada y la colaboración del ingeniero británico Joseph Locke, encargado del diseño. A partir de su inauguración, se produjo una rápida expansión de la red ferroviaria en toda la Península, lo que cambió radicalmente las comunicaciones y la economía de España.
Expansión ferroviaria en la España del siglo XIX
A partir de la construcción del ferrocarril de Barcelona a Mataró, el uso del tren se extendió rápidamente por toda la Península. Se construyeron líneas que conectaban los principales núcleos industriales y comerciales del país, favoreciendo el crecimiento económico y la modernización. El desarrollo ferroviario fue impulsado tanto por capitales privados como por la intervención estatal, y hacia finales del siglo XIX, el tren se había convertido en el medio de transporte más importante para el comercio y los viajes largos.
Sin embargo, pese a la importancia de la línea Barcelona-Mataró, es esencial reconocer el papel pionero que tuvo la línea de La Habana-Güines en 1837.
El legado del ferrocarril en España y Cuba
Hoy en día, tanto la línea Barcelona-Mataró como la historia del ferrocarril en Cuba siguen siendo ejemplos de la influencia que tuvo la llegada del tren en la configuración del territorio. Aunque el tren de La Habana ha sido olvidado por muchos, su legado permanece como el verdadero origen de la revolución ferroviaria en el mundo hispano. La línea Barcelona-Mataró, por su parte, sigue siendo un símbolo del progreso industrial en la España peninsular.
Así, cuando se habla de la primera línea de tren en España, es importante no olvidar que Cuba, en su momento una provincia española, tuvo el honor de inaugurar la era del ferrocarril para todo el imperio.