En la obra maestra de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, abundan los escenarios ficticios, personajes peculiares y aventuras imposibles. Sin embargo, lo que a menudo sorprende a los lectores es que, en un relato tan profundamente español y centrado en las tierras de Castilla y la Mancha, la única gran ciudad real que aparece mencionada de forma explícita es Barcelona, en la actual Catalunya.

Madrid y Sevilla, dos de las ciudades más importantes de la época, no tienen el mismo protagonismo. Barcelona, en cambio, juega un papel clave en el desarrollo de la segunda parte de la novela.

'El Quijote en Barcelona', cuadro de AUGUSTO FERRER-DALMAU

La inclusión de Barcelona en El Quijote no es casualidad. En el siglo XVII, Barcelona era un puerto de gran importancia, con un dinamismo comercial y cultural que la hacía destacar en toda Europa. Su situación geográfica, junto al mar Mediterráneo, la convertía en un punto de conexión entre la Península Ibérica y otros territorios del continente, lo que facilitaba el comercio, la navegación y la llegada de influencias extranjeras. Este carácter cosmopolita atrajo la atención de Cervantes, que buscaba un escenario urbano para una de las aventuras más significativas de Don Quijote y Sancho Panza.

Un punto de inflexión en la historia

Cuando Don Quijote y Sancho Panza llegan a Barcelona, lo hacen en un momento crítico del relato. Después de haber vivido numerosas aventuras por tierras manchegas y aragonesas, Cervantes traslada a sus personajes a la costa catalana, un cambio de paisaje que contrasta con los campos rurales por los que habían viajado hasta entonces. La llegada a Barcelona representa un punto de inflexión en la novela: aquí, Don Quijote se enfrenta a una dura realidad. En esta ciudad, es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, lo que pone fin a sus ilusiones caballerescas y lo obliga a regresar a casa.

La descripción que Cervantes hace de Barcelona es única en su obra, ya que la presenta como una ciudad vibrante, llena de vida y actividad. En sus páginas, el autor habla de la belleza del mar Mediterráneo y de las características del puerto, elementos que aportan autenticidad a la narración. Barcelona, tal como aparece en El Quijote, se nos presenta como una ciudad real, viva y moderna, contrastando con los lugares imaginarios o rurales que predominan en la novela.

El guiño biográfico de Cervantes

Curiosamente, la mención de Barcelona en El Quijote también ha sido interpretada como un guiño a la propia biografía de Cervantes. Se sabe que el autor vivió en la ciudad durante algún tiempo, lo que pudo haber influido en su decisión de incluirla en su obra. Además, durante su estancia, Cervantes estuvo en contacto con la vida cultural y política de la ciudad, lo que le permitió conocer de primera mano su importancia en el contexto español de la época.

Así, mientras Madrid y Sevilla, dos grandes capitales culturales de la España del Siglo de Oro, quedan al margen en El Quijote, es Barcelona la ciudad que logra hacerse un hueco en la historia. Y no lo hace como una simple localización, sino como un escenario lleno de simbolismo, donde Don Quijote, el caballero de la triste figura, se enfrenta por fin a la realidad que había estado evitando durante toda su aventura. Barcelona, por tanto, no solo es una ciudad en la novela, sino el lugar donde el mito de Don Quijote comienza a desmoronarse.