En el Parc del Port Olímpic, en un rincón de la avenida del Litoral, a la altura de la calle Rosa Sensat, se oculta una escultura de Cobi que, sin duda, vivió tiempos mejores. Esta escultura de bronce, obra de Javier Mariscal, es en cierto modo un homenaje a esa icónica figura creada como mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. La discreta obra se erige junto a lo que fue el restaurante l'Amfiteatre, un local ahora cerrado que solía ofrecer una vista privilegiada de este rincón peculiar y casi escondido de la ciudad.
Cobi vestido de atleta griego
La escultura, realizada en resina y bañada en bronce, representa a Cobi vestido de atleta griego, con un faldón y sosteniendo una ánfora y un tridente, como una caricatura de las representaciones de los atletas de la antigüedad que han llegado hasta nuestros días. El encantador Cobi estuvo durante años sumergido en un pequeño estanque con un colorido fondo de trencadís. Y digo “estuvo”, porque actualmente el estanque está seco y cubierto con una lona impermeable gris que oculta el fondo.
Desangelado, solitario, tras la valla que hoy cierra la escalinata de acceso al estanque y frente a un fondo de grafitis, Cobi emerge despreocupado ante el abandono que le rodea, sin perder su pose de niño travieso y juguetón que siempre le ha caracterizado. Quizás porque ya se instaló en este rinconcito anónimo de la ciudad con el hándicap de no ser lo que estaba previsto que fuera.
Y es que la idea original era que el Cobi de esta escultura nadara a su antojo por el estanque huyendo de un tiburón, gracias a un mecanismo que se activaría al introducir una moneda. No, no pudo ser, las dificultades técnicas y presupuestarias lo impidieron, y el proyecto viró (no sabría yo decir si a izquierda o derecha) hacia esta versión estática, más convencional, clásica y modesta.
Sin figurar en el Nomenclátor
Había prisa por instalarla. Este homenaje a la famosa mascota olímpica de Barcelona se inauguró el 11 de julio de 1992, dos semanas antes del inicio de los Juegos. Han pasado más de 30 años y, sin embargo, este Cobi no forma parte de las guías turísticas. Poca gente conoce la existencia de este pintoresco ejemplar rebelde que campa a sus anchas, algo asilvestrado ya por el abandono, en una plaza inexistente que lleva su mismo nombre. Sí, curiosamente, la plaza de Cobi está reconocida por Google Maps, pero no figura en el Nomenclátor de Barcelona.