Desde la terraza de casa de mi abuela en la Travessera de Dalt, su silueta esbelta y punzante se dibujaba a lo lejos, junto al templo del Tibidabo. El debate entre mis primos más pequeños estaba servido: que si es una nave con muchos platillos volantes, que si una antena gigante para conectar con el cielo, que si un cohete preparado para su lanzamiento… Versiones infantiles de lo que en realidad es una impresionante torre de telecomunicaciones convertida en un símbolo de su modernización de Barcelona.

La Torre de Collserola entró por la ventana del comedor a la vida de mi familia (y a la de todos los barceloneses) coincidiendo con la celebración de los JJOO de Barcelona 92. Su icónica estructura, diseñada por Norman Foster, mide 288 metros, lo que la convierte en el edificio más alto de Catalunya. No recuerdo dónde leí o escuché decir que desde allí, en un día despejado, la vista alcanzaba hasta los Pirineos e incluso las Islas Baleares. Así que, mientras mis primos fantaseaban con su origen extraterrestre, yo, casi a punto de cumplir los 18, soñaba con subir a lo alto para ver desde allí la ciudad.

La Torre Collserola: el mirador futurista de Barcelona

Mirador abierto al público 

Pues bien, más de 30 años después, puedo decir: “sueño cumplido”. Vale la pena aprovechar su apertura temporal al público (ojalá sea permanente) para visitarla. De cerca, impone. Futurista y minimalista, está formada por un esbelto fuste central de hormigón armado de tan solo 4,5 metros de diámetro, sobre el cual se eleva un mástil de acero con antenas telescópicas. En la parte media del mástil se encuentra suspendido un edificio de 13 pisos a los que se accede en ascensor. La plataforma más alta se encuentra a 152 metros, pero el ascensor se detiene en la planta 10, que alberga un espacioso mirador de 220 metros cuadrados.

Un viaje vertical de apenas un minuto te lleva del suelo… al cielo. Las puertas se abren y, de repente, ahí está: Barcelona y toda su área metropolitana, a sus pies. Recuperado el aliento, los pies del visitante se dejan llevar por la plataforma circular sobrevolando la compleja orografía sobre la que se alza la torre hasta donde la vista alcanza, desde el mar hasta Montserrat e incluso más allá, donde apuntan los Pirineos.

Sistema de anclaje único

Una de las características más curiosas de este pesado gigante barcelonés de hormigón armado y acero es su sistema de anclaje, que utiliza cables de acero para sujetarla firmemente al terreno y resistir los fuertes vientos, garantizando su estabilidad. Solo de cerca se puede apreciar el grosor de cada uno de los manojos de cables que la sujetan. Este particular sistema de anclaje y el diseño aerodinámico de la torre son los responsables de que su enorme estructura parezca flotar ligera sobre las colinas de Collserola.

Impresiona por su tamaño, pero también por su relevancia tecnológica. La Torre Collserola es, sin duda, un importante centro de telecomunicaciones que gestiona las señales de radio y televisión para gran parte de la región.