Si un viajero del tiempo llegara a la Barcelona actual desde 1880, se sentiría perdido en la mayoría de sus rincones: el Camp Nou, la Sagrada Familia, la Ciutadella… todo le resultaría irreconocible. Pero aún quedaría algún refugio que podría devolverle cierta familiaridad. Uno de ellos, sin duda, sería la Granja Viader.
Este histórico local abrió sus puertas en 1870 y, más de 150 años después, sigue en pie, siendo un pedacito del pasado en pleno corazón de la ciudad. Aunque no ha permanecido exactamente igual —pues la evolución y los cambios son inevitables—, la Granja Viader conserva el encanto de sus inicios, y su historia está profundamente entrelazada con la identidad de Barcelona.
De lechería a granja icónica
En sus orígenes, la Granja Viader no era la granja-cafetería que conocemos hoy. El primer Viader que fundó el local lo hizo como una lechería, un sitio donde los vecinos acudían a comprar leche para llevar a casa. Con el tiempo, este tipo de establecimientos evolucionaron hasta convertirse en lo que hoy conocemos como "granjas", una suerte de cafeterías con un fuerte arraigo en la cultura local.
Fue Marc Viader quien tomó las riendas del negocio familiar y amplió el concepto de la lechería. No solo mantuvo la venta de leche, sino que además convirtió el local en un espacio donde la gente podía consumir sus productos lácteos, dando un paso hacia lo que hoy identificamos como la Granja Viader. Pero el legado de la familia no se quedó ahí.
El nacimiento de Cacaolat
Marc Viader no solo amplió el negocio local, sino que también fundó Letona S.A., una central de tratamiento de productos lácteos. De allí surgió uno de los productos más icónicos de la historia reciente: el Cacaolat. Esta bebida, una de las primeras en su tipo, revolucionó el mercado y fue presentada oficialmente en Hungría antes de conquistar los paladares catalanes. Hoy en día, el Cacaolat sigue siendo un emblema, y sus raíces están directamente ligadas a la Granja Viader.
Cinco generaciones de historia
Desde 1870, la Granja Viader ha pasado por cinco generaciones de la misma familia, convirtiéndose en un testimonio viviente de la historia y evolución de Barcelona. A pesar de los cambios que ha experimentado la ciudad, este rincón en la calle Xuclà se mantiene fiel a su esencia, ofreciendo a quienes lo visitan una experiencia única, cargada de tradición y sabor.
Granja Viader no es solo un lugar para disfrutar de una buena taza de leche o un Cacaolat. Es un viaje al pasado, una ventana a una Barcelona que, en algunos rincones, sigue resistiéndose a desaparecer.