Todos coincidiremos en que Barcelona no es un lugar ni mucho menos nivoso. La nieve, cada vez más efímera e infrecuente, suele hacer acto de presencia de forma anecdótica en la capital; al mismo tiempo que deja una estampa valorada y disfrutada por quienes no estamos acostumbrados a recibirla en casa.
Si bien es cierto que raro es el año en el que la cima del Tibidabo no recibe algún copo, en el centro de Barcelona no solemos ver nevar cada invierno. Pronto hará ya 15 años de la gran nevada del 2010, la última en la que la nieve cuajó en primera línea de la costa, y que permitió ver una estampa de lo más mágica en los rincones más simbólicos de la ciudad.
Sin embargo, y pese a que en Barcelona no estemos acostumbrados a ver la nieve, ya se contabilizan en más de 50, las nevadas que ha recibido la ciudad en el último siglo y cuarto; esto es, una nevada, más o menos anecdótica y más o menos intensa, cada dos o tres años.
La nevada del 99, la más temprana
Era domingo, 21 de noviembre de 1999. Un embolsamiento de aire frío irrumpía con fuerza en Centroeuropa. Seis días antes, las temperaturas empezaban a descender, dejando en Barcelona un ambiente inusualmente frío para la época. Para aquellas jornadas previas, la estación meteorológica del Puerto de Barcelona registró mínimas de entre 4 y 8 °C, y máximas de entre 10 y 15 grados. Sin duda, valores todavía insuficientes para ver nieve.
Al mismo tiempo, a más de 3.000 kilómetros en línea recta, en Islandia, se alcanzaban temperaturas de hasta 10 y 12 grados, que contrastaban con los -0,4 grados que registraba el Observatori Fabra la mañana de la nevada. ¿Cómo podía ser?
Una gran lengua anticiclónica ascendía desde las Azores hasta rozar el círculo polar ártico. Cuando el ascenso llegó a su fin, esta dorsal, empujada por una circulación atmosférica de oeste a este, acabó en una posición de reposo sobre la costa noruega, lo que provocó un empuje de esa masa de aire frío que se encontraba en el centro de Europa hacia el sur, acompañado por un movimiento retrógrado, es decir, de retroceso.
10 centímetros de nieve en el aeropuerto
Ese embolsamiento frío ya conseguía tener dos condicionantes: el térmico, por un lado, con temperaturas gélidas, y el gradiente húmedo, al ser un movimiento retrógrado, contrario a la circulación atmosférica y, por lo tanto, desplazándose de este a oeste, absorbiendo humedad del Mediterráneo y entrando en la costa central de mar hacia tierra.
Todo este conjunto de piezas que fueron encajando, generaron la situación idónea para una nevada muy local que dejaría en torno a 10 centímetros en puntos como Collserola y el aeropuerto, y entre 2 y 3 centímetros en el centro de Barcelona.
Fenómeno del "rebuf"
Eran pasadas las 9:00 horas de la mañana. Se informaba de la noticia de una fuerte nevada en el Baix Llobregat. La autovía de Castelldefels debía ser cortada por los acumulados de nieve, y el Aeropuerto de Barcelona quedaba inoperativo durante dos horas debido a la intensidad del fenómeno. Mientras los vientos de levante inyectaban más humedad a la nevada, esta se dirigía hacia la ciudad condal.
A las 10:00 horas empezaban a caer los primeros copos en puntos del municipio. La nevada se iba intensificando conforme avanzaba la hora. Poco antes de las 11:00 horas de la mañana, se produce la mayor intensidad de la nevada; una nevada que durará tan solo dos horas y media, pero que será suficiente para dejar un manto blanco sobre Barcelona. En la playa de la Barceloneta se registran 2 centímetros de nieve y en pleno Eixample hasta 5 centímetros.
Como son las cosas; una gran masa de aire muy seca, en sus inicios, recorriendo el continente sin pasar sobre ningún océano, acabó dejando hasta 10 centímetros de nieve en Barcelona, gracias al fenómeno del “rebuf”, unos flujos de vientos de levante que pueden dejar acumulados locales en las costas catalanas tan significativos, y en aquel caso, tan sorprendente por su forma, como los de la nevada del 1999, la más temprana de la historia de Barcelona.
Y tú, ¿recuerdas aquella nevada?