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Confieso: siento cierta debilidad por el casco antiguo de Barcelona. No puedo evitarlo. Una de mis calles preferidas del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera es Sant Pere Més Baix, quizá porque esta vía histórica aún conserva cierto encanto de la ciudad antigua. Su trazado estrecho y su atmósfera retienen parte del carácter medieval de la zona, rodeada de edificios centenarios que combinan estilos arquitectónicos barrocos y neoclásicos. Y sí, a derecha e izquierda.

Siempre que le pregunto a mi hija si se quiere venir conmigo a pasear, me contesta: “¿A dónde? Yo es que ir a andar por andar…”. Bueno, en realidad yo no voy a andar por andar, sino a buscar pequeños tesoros. Y esta calle es, en este sentido, un buen lugar donde encontrarlos. Por ejemplo, entre sus edificios viejos, algunos muy perjudicados y otros rehabilitados, destacan algunas fachadas decoradas con esgrafiados y detalles ornamentales, que cuentan historias de una Barcelona de otra época.

¿Una muestra? En la confluencia de las calles Sant Pere Més Baix y Sèquia. Es un edificio esquinero de planta baja y cuatro pisos que algunos textos describen como un ejemplo de la arquitectura residencial del siglo XVIII. Pero, más que por su estilo arquitectónico, destaca por la rica ornamentación de su fachada, rehabilitada hace ya años para recuperar los esgrafiados originales, que habían quedado ocultos por el paso del tiempo. Y así fue como salió a la luz la protagonista de la historia que cuenta esta fachada.

¿La veis ahí, en el centro, con su túnica? Es Pomona, la diosa romana de la fruta, y por extensión de los árboles frutales, los jardines y las huertas; una deidad exclusiva de la mitología romana que se asocia generalmente con la abundancia, en particular con la floración de los árboles y la maduración de los frutos, en contraste con la cosecha. Ella es el motivo central y a su alrededor se organizan otros detalles, como los niños desnudos sobre pedestales, los jarrones con frutas y flores, y los conjuntos de instrumentos musicales. Si, como cuenta la mitología, esta diosa detestaba la naturaleza salvaje y prefería los jardines cuidados, debe sentirse muy a gusto en esta fachada donde, pese al abigarramiento típico del barroco, no falta el orden y el cuidado en los detalles.

Su imagen en la fachada vendría a reforzar el carácter ornamental del edificio y conectaría su decoración con los valores de prosperidad del entorno. No olvidemos que la fecha de construcción del edificio es 1789, una época en que Sant Pere Més Baix era una de las arterias principales del barrio, un área de fuerte carácter comercial y artesanal, un espacio bullicioso, frecuentado por artesanos, mercaderes y gente de distintas clases sociales, reflejo de la vitalidad económica de la ciudad en la época.