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En la calle de Sant Pere Més Alt, desde la esquina con Via Laietana, sale al paso el inconfundible esplendor del edificio modernista del Palau de la Música, con sus columnas coloridas y mosaicos.

Fachada del Palau de la Música, en el Gòtic, en una imagen durante la pandemia / G.A

Tomo la primera calle a la izquierda, por detrás de la Casa dels Velers, y paso junto a Carmela, la obra de Jaume Plensa, dispuesta a dejar atrás el bullicio para darme todo un homenaje. Avanzo hasta poco antes de la entrada del Orfeó Català, cruzo la terraza exterior entre las mesas y me detengo ante los arcos carpaneles que dan paso a mi destino: la cafetería del Palau. Me preparo, porque aunque no es la primera vez que la visito, sé que volveré a sorprenderme. Respiro hondo y cuento: Una, dos y… tres, ¡dentro!

Remanso de calma lleno de luz y detalles

Tras la puerta de cristal se abre un espacio que, incluso en un domingo de Black Friday a las 12 del mediodía, es un remanso de calma, lleno de luz y detalles. La suave claridad de la luz natural que entra a través de los vitrales baña cada rincón y crea un juego de luces que resalta los detalles decorativos. El Palau de la Música Catalana, diseñado por el célebre arquitecto Lluís Domènech i Montaner entre 1905 y 1908, es una obra maestra del modernismo catalán, y su cafetería, una extensión del mismo.

El espacio ocupa la superficie que, en origen, estaba destinada a las dependencias administrativas del Orfeó Català (oficinas, dirección, etc.) y al antiguo café. A la derecha, se abren las puertas que conectan con la sala de ensayos, un poco más allá la sala comunica con el vestíbulo y con las escaleras principales.

Lámparas de diseño y referencias a la estética del Palau

A pesar de su uso contemporáneo, la cafetería del Palau está totalmente integrada en el edificio, como una continuidad o extensión estilística del Palau en la que afloran algunos de sus elementos más característicos, como los vitrales esmaltados de colores y las formas orgánicas que evocan la naturaleza. Los mosaicos y azulejos de cerámica en tonos cálidos se integran en el conjunto con elegancia, como las lámparas de diseño y las referencias a los motivos florales y musicales que caracterizan la estética del Palau.

En el mostrador central no puedo resistirme a pedir un café y, mientras me lo preparan, escojo con la vista la mesa en la que me voy a sentar sin prisas. Este no es solo un lugar de paso donde tomarte algo rápido para aprovechar e ir al lavabo, sino un espacio donde acomodarse a contemplar y conectar con la atmósfera cultural e histórica o simplemente dejarse llevar por su magia modernista.