No, no estoy loca. En la calle del Pi existe una puerta centenaria que hace ya algunos años dejó su ubicación original en la fachada de la Casa Cornet (o palacio Castell Ponç), en la plaza de la Cucurulla (antiguamente, Boters, 2), y se trasladó unos metros más allá, al número 16 de la calle del Pi, a la fachada lateral del mismo edificio.
Seguramente la habréis visto, porque es un auténtico tesoro bien conservado a la vista de todos: una pieza única, diseñada en 1904 por Eusebi Calonge, un reputado ebanista colaborador de Antoni Gaudí. Construida con madera de caoba traída expresamente de Cuba, destaca por sus exquisitas tallas de un estilo modernista inconfundible, que ocultan entre sus relieves una historia de arte y comercio que conecta el pasado con el presente.
Antes de su traslado a su ubicación actual, esta obra de arte fue la entrada de la famosa Filatelia Monge, una tienda que se convertiría en un referente para coleccionistas de sellos y monedas. La familia Monge, pionera de la filatelia en Barcelona, abrió su primer negocio en la calle Escudellers a finales del siglo XIX.
A principios del siglo XX, los hijos del patriarca tomaron las riendas y ampliaron la actividad. Uno de ellos, Aurelià Monge Pineda, abrió su propia tienda en la calle Tapineria antes de establecerse, en 1948, en los bajos de la Casa Cornet. Hasta entonces, el local situado en los bajos de este palacio neoclásico del siglo XIX había albergado otro comercio de barrio: la lencería Jaumà.
Galería comercial
De este establecimiento heredó Monge la impresionante carpintería modernista exterior, que se convirtió en el atractivo y llamativo escaparate del floreciente negocio de numismática que regentó tras esa vistosa puerta hasta 2014, cuando la venta del edificio obligó a Monge a trasladarse.
Con el tiempo, el palacio Castell de Ponç fue transformado en una galería comercial, y en 2016 la puerta de la Filatelia Monge fue cuidadosamente desmontada y trasladada bajo supervisión de expertos a su ubicación actual en la fachada lateral del edificio.
En el cristal, las letras que anunciaban la filatelia fueron sustituidas por el nombre y el número de la calle, pero ahí sigue la magnífica puerta modernista, cautivando miradas en compañía de otros dos comercios emblemáticos: La Pineda, fundada en 1930, y la pastelería Fargas, que también abandonó la esquina del edificio y se trasladó aquí el mismo año.