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Barcelona está vestida de pies a cabeza de Navidad: la tradicional Fira de Santa Llúcia, las luces de paseo de Gràcia, la gran noria del puerto… Está todo montado y decorado. Y, cómo no, no ha faltado la polémica sobre la decoración de la plaza de Sant Jaume.

Este año, justamente tratando de esquivar la controversia de cada Navidad, el consistorio ha eliminado el pesebre municipal al aire libre y lo ha sustituido por una enorme estrella luminosa de 20 puntas. ¿El resultado? Aún más polémica.

La imponente estrella mide 9 metros de diámetro y pesa 2,5 toneladas. Cada una de sus puntas, de cuatro metros de largo, se iluminan cada día a partir de las 18.30 horas, creando un juego de luces blancas sobre las fachadas del Ayuntamiento y de la Generalitat.

Desde Metrópoli, nos hemos desplazado a la emblemática plaza para recoger las opiniones de sus visitantes. ¿Es una rotura sana con la tradición o han exagerado con la innovación?

Modernidad y tradición, una conciliación difícil en Navidad

Decepcionante”, “Un poco triste”, “Flojo”. Las críticas no son pocas. Algunos vecinos prefieren ver el belén cristiano “de toda la vida” y consideran que la estrella no simboliza el espíritu navideño.

En 2023 el consistorio mantuvo el concepto de pesebre en la plaza, pero le dio un giro contemporáneo. Era un montaje inspirado en la tradición napolitana –concebido como un teatro en miniatura– y con postales de la ciudad de fondo. Llovieron las quejas. A pesar del vanguardismo que exuda Barcelona, el encuentro entre tradición y modernidad no siempre es fácil, y menos en Navidad. 

Por otro lado, de hecho, están los que han apreciado esta lejanía de la representación cristiana que ha tomado el consistorio: "Es más inclusivo, porque, teniendo en cuenta la interculturalidad de la ciudad, una estrella es algo más genérico", apunta una de las espectadoras del encendido.

Esta vez, en lugar de escenificar la Navidad cristiana, el Ayuntamiento ha hecho referencia a la cultura arquitectónica de su ciudad y a la luminosidad de las fiestas. Es como si un terremoto hubiera sacudido Barcelona y provocara que la estrella que corona la Sagrada Família caiga rodando por el Eixample hasta la plaza y aterrice en el centro del poder político de la ciudad. 

Una puesta en escena sobria

"La idea no es muy brillante. Me esperaba otro tipo de mapping o que cambiara de colores, no sé", argumenta uno de los visitantes. Es bonita y elegante, se hace mirar, pero promete más cuando está apagada.

Además, es imprescindible verla con la música que se descarga con un QR y que se escucha a través de los auriculares del móvil, cosa que puede generar cierta brecha digital.

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