A las 3:00 horas, mientras la ciudad duerme, Alba se levanta sin saber cómo terminará el día. Vive al ritmo del mar, y eso significa depender de muchas cosas que no puede controlar: el tiempo, la suerte o el movimiento de los peces.
Se prepara rápido, sin apenas pensar. A esa hora, la rutina no permite espacio para nada más.
Un arte de pesca casi extinto
Poco después llega al puerto. Su barco, un pequeño pesquero de "arte menor" que ha podido comprar gracias a una ayuda de la Generalitat, la espera.
Es suyo, no lo comparte con nadie. Lo considera una inversión, una apuesta. “Es como mi hijo ahora mismo”, comenta entre risas en conversación con Metrópoli.
Alba, la pescadora más joven de Catalunya mirando desde arriba su barco
Se siente orgullosa de tenerlo, aunque sepa lo que cuesta mantenerlo a flote, en todos los sentidos.
Le acompaña Cristian, su pareja, con más de quince años de experiencia en el sector. Conoce el mar, los tiempos y el lenguaje de las redes. Ambos se dedican a un tipo de pesca casi extinta.
"Es dura, la gente prefiere hacer arrastre porque es más cómoda, pero no es lo mismo, esta no daña el ecosistema marino" cuenta en relación con el Trasmallo.
Lo más duro no es la mar
El sol ya empieza a quemar y vuelen a puerto. A partir de ese momento comienza lo que ella considera lo más duro: el trabajo en tierra.
"Todo el mundo piensa que es muy bonito estar en la mar, y lo es, pero nadie ve lo más duro, que empieza cuando amarras", cuenta.
Alba, la pescadora más joven de Catalunya dentro de su barco preparando el pescado
Desde las 11:00 horas hasta pasadas las 16:00 horas, tanto ella como su pareja Cristian se dedican a desarmar redes, clasificar, limpiar y organizar las cajas con el pescado que después llevarán a la lonja. "Hoy tenemos mucho salmonete" comenta mientras empieza a coger las cajas.
El calor a pie de puerto es asfixiante. Hoy, además, la faena ha sido intensa, "hoy yo sola no iba a poder con todo, he llamado a mi padre para que me eche una mano" comenta Alba mientras se coloca el traje de agua.
"Esto es lo que yo sentía que era mi camino"
Su padre, Rafa Aguilar, del que Alba ha cogido la pasión por la mar, está jubilado, pero la barca con la que trabajó durante años sigue atracado justo al lado de la de su hija.
El padre observa sin perderse detalle de cada movimiento de su hija mientras la ayuda a guardar la red, en silencio. Con una sonrisa torcida, comenta: “Si ella es feliz, yo siempre la voy a apoyar. Pero esto es muy duro”.
"Papá, no mientas, a ti no te gusta que yo me dedique a esto" responde Alba. "Sabes que eso no es así, Alba" contesta su padre.
Rafa, el padre de Alba dándole las cubetas para que pueda preparar el pescado del día
Y es que, la joven, durante varios años trabajó en la noche barcelonesa, vivió unos años siguiendo los estándares que se consideran "normales" para alguien de su edad.
Fiestas, amigas y más fiestas. Pero un día todo cambió. "Me di cuenta de que eso no me llenaba, decidí dejarlo e irme a la mar, ser pescadora, seguir el legado de mi padre, eso es lo que yo sentía que era mi camino" comenta.
Todo por aprender
A pesar de las diferencias generacionales entre su padre y ella a la hora de llevar a cabo el trabajo, Alba es muy consciente de que todavía tiene mucho que aprender de él, "yo llevo en esto solo dos años, me queda todo por aprender" confiesa.
La joven cuenta que muchas veces ha oído historias de cuando la mar "daba más pescado". Pero ahora cada vez hay menos. Y es "frustrante" porque "haces lo mismo, o incluso más, y sacas la mitad", comenta mientras clasifica salmonete.
Alba y Cristián preparando recogiendo las redes y preparando el pescado
"Todo este esfuerzo para lo que se gana... hay días que piensas en tirar la toalla", asegura.
Aunque son muchos los momentos en los que cree que trabajar en la mar es duro, sacrificado y muy poco valorado, también tiene claro que, para ella, la pesca lo es todo. "Si no me dedicara a esto, no sé lo que haría", dice.
Alba separando el salmonete para después llevarlo a la lonja
La pescadora más joven de Catalunya
"Alba, empieza ya a prepararlo, que vas tarde" le dice su padre desde el muelle. Toca preparar las cestas que irán a la lonja, donde se reúnen los demás pescadores para enviar a subasta la pesca del día.
Cristián sigue recogiendo las redes y Alba rocía de nieve el salmonete para mantenerlo fresco y que no pierda su color rojo. "Ahora en la lonja, veréis, son todo hombres, pero me tratan muy bien, me tienen cariño, al final, me conocen desde que soy pequeña y venía con mi padre".
Cristián y Alba preparando el carrito con las cubetas para llevarlo a la lonja
Para Alba, ser la única mujer pescadora y encima la más joven no es motivo de orgullo, ella siente que es un trabajo cualquiera, de hecho, lo que le preocupa es ser, precisamente eso.
"Es un síntoma de que algo no va bien si yo con 24 años soy la más joven, nadie quiere esto. Es muy duro, se gana poco, y todo el mundo lo ve como algo de otro tiempo, lo entiendo" confiesa mientras amontona las cajas una encima de otras.
16:30 horas, momento de ir a lonja
Son las 16:30, el carrito con todas las bandejas ya está listo. Es el momento de ir a la lonja y vender todo lo que han pescado hoy.
Alba cargando el carrito con todas las cubetas de camino a la lonja del Puerto de Barcelona
Entre murmullos y humo de cigarros, la joven de 24 años mira con cierta impaciencia la pantalla que está encima de la cinta por donde pasa el pescado y que muestra por cuanto.
Recoge su carrito, coge sus cestas y vuelve con cierta resignación.
Alba en la lonja mientras espera a que se muestre en pantalla el precio por el que se ha comprado su pescado
“Hay días peores”, dice Cristian. Y luego añade: “Hay que insistir. Aunque no se venda nada, hay que seguir saliendo”, es lo único que podemos hacer, no tirar la toalla, añade.
El valor de lo local frente a lo barato
Lo que más le duele a Alba, no es pasarse todo el día bajo el sol, sudando y trabajando, es que todo eso no se valore. “La gente va al súper, compra salmón, y ni se plantea de dónde viene. Aquí no hay salmón. Pero es lo que ahora está de moda y nosotros no podemos competir con eso”.
Otra de sus mayores frustraciones es ver que la gente prefiere pescado congelado traído en contenedores desde China o Marruecos. “Claro que es más barato. Pero no es fresco, no es nuestro", se queja.
Alba, la pescadora más joven de Barcelona, durante la entrevista con Metrópoli
"No quiero romantizarlo porque es muy jodido"
En los últimos meses, ha empezado a compartir su día a día en TikTok. Sus vídeos mostrando el trabajo diario han despertado el interés de miles de personas.
Muchos no sabían cómo era el oficio. Otros simplemente se enganchan por curiosidad. “Es una forma de enseñar lo duro que es esto, de mostrar lo que normalmente no se ve", cuenta.
La joven coloca el pescado en la cinta para que los posibles compradores lo puedan ver
Le cuesta compaginarlo con la jornada agotadora, pero lo ve como una vía de escape, o al menos, de visibilidad. "No quiero romantizarlo, porque es muy jodido. Pero si no se muestra, parece que no existe".
A veces, confiesa, le da envidia la vida que ve en redes sociales. “Chicas de mi edad con otras rutinas, otros trabajos, otros horarios... Y sí, claro que hay momentos en los que pienso que me gustaría tener eso...”.
Pero enseguida lo contrapone. "Esto me llena. Aunque no tenga recompensa inmediata, aunque a veces me queme".
Bajo el sol, hasta el último minuto
A las seis de la tarde, Cristián sigue recogiendo el barco: "Aquí todavía hay mínimo un par de horas más" le dice a Alba. Ella, mientras, se va para la cofradía dónde tiene que escribir "el diario", un cuaderno donde debe reflejar cada día pieza por pieza todo el pescado que ha vendido.
Alba colocando el pescado en la lonja
Lleva los brazos cortados por el hielo de las cajas, la camiseta pegada al cuerpo por el sudor y la sal. Pero al final de la jornada, pese a las horas dedicadas y al esfuerzo, sigue afirmando con orgullo que la pesca es su vida.
