Publicada
Actualizada

El publicista Lluís Bassat, una de las figuras más reconocidas en la historia de la comunicación en España, tiene claro cuál es su calle favorita de Barcelona: Las Ramblas.

Para él, esta emblemática vía no es solo un símbolo de la ciudad, sino también el escenario de sus recuerdos más personales, desde la infancia hasta su vida profesional.

Un paseo entre recuerdos y emociones

Siempre ha sido una calle que me ha entusiasmado”, confiesa Bassat en una entrevista a Metrópoli.

Lluís Bassat GALA ESPÍN Barcelona

Las Ramblas lo acompañaron en su niñez, cuando paseaba con su padre hasta la Plaza Real los domingos por la mañana. Mientras su padre buscaba sellos, él correteaba entre palomas y mercados.

Aquellos momentos están ligados a una Barcelona que ya no existe, pero que permanece viva en su memoria.

También en su juventud, Las Ramblas jugaron un papel esencial: recogía a su novia, hoy su esposa Carmen, del trabajo, y juntos recorrían esa avenida que une la ciudad con el mar. Al final del paseo, les esperaban las patatas bravas del mítico bar Sanlúcar de Barrameda, sabor que no ha olvidado.

Las Ramblas Ayuntamiento de Barcelona

Un lugar que define Barcelona

Para Bassat, Las Ramblas son “la calle de Barcelona”. Una vía donde arte, teatro, gastronomía y vida popular conviven a cada paso. Desde el Liceu, al que ha acudido decenas de veces -e incluso ayudó a reconstruir tras el incendio de 1994- hasta el mercado de la Boquería, repleto de olores y colores desde su niñez.

Esa gran arboleda que cubre la avenida, también tienen un valor especial para él. “Esa sombra, esa vitalidad... no hay muchas ciudades del mundo que tengan algo así en el centro”, afirma.

El arte, siempre presente

Para Lluís Bassat, el arte no es solo una pasión, es una forma de estar en el mundo. Y Las Ramblas, asegura, son un museo al aire libre. Desde el mosaico de Miró en pleno paseo hasta los antiguos escaparates decorados con mimo, cada rincón le inspira.

Recuerda cómo recorría las tiendas de música, cómo compró su primera guitarra en Casa Beethoven, o cómo perdía la noción del tiempo en las librerías de segunda mano y puestos de coleccionistas. “Podría haberme pasado la vida entera allí”, dice.

Un legado familiar

Las Ramblas también son un lazo invisible que une generaciones en la familia Bassat. Su padre, aficionado a la fotografía, le enseñó a mirar la ciudad con detalle.

Compraba sus cámaras en la calle Ample, revelaba las fotos en casa, y llegó incluso a retratar a una jovencísima La Chunga en el Somorrostro, cuando aún era solo una niña bailando flamenco con fuerza y desparpajo.

Lluís Bassat GALA ESPÍN Barcelona

Décadas después, su nieta ha recuperado aquellas mismas cámaras para darles nueva vida. “Ahora busca rollos por internet y hace fotos buenísimas”, explica Bassat con orgullo. Las Ramblas, de algún modo, siguen latiendo también en sus descendientes.

Una calle que resiste al tiempo

Bassat ha sido testigo de la transformación de Las Ramblas, también de su dolor: no olvida el atentado de 2017, ni cómo volvió a caminar por allí una y otra vez, intentando borrar el horror con nuevos recuerdos.

Pero lo que más le conmueve es que, a pesar de todo, Las Ramblas conservan su esencia: un lugar de mezcla, de historia, de cultura viva.

Desde los pintores callejeros hasta las tiendas de artesanía que visita con Carmen, la calle sigue evolucionando, pero mantiene el alma que la hace única.

Si Barcelona se tiene que reconocer por una calle distinta a las demás, estas son Las Ramblas”, sentencia con orgullo.

Noticias relacionadas