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El festival Canet Rock celebra su cincuentenario convertido en algo que no tiene nada que ver con el original. Desde que se inició su segunda etapa en 2014, la cosa ha derivado en un acontecimiento local en el que solo actúan grupos catalanes, y el cosmopolitismo intuido en 1975 y confirmado en la tan gloriosa como caótica convocatoria de 1978 ha pasado a mejor vida.

De hecho, no sé por qué insisten en llamarlo Canet Rock. Podría haberse convertido en un festival a lo Benicasim o Primavera Sound, pero se ha optado por una diversión para adolescentes lazis que enarbolan esteladas y se pirran por grupos desconocidos para los mayores de quince años. Sí, los tiempos cambian, pero no está escrito en ninguna parte que deban hacerlo para empeorar.

Actuación de The Tyets en Canet Rock de 2024

Yo estuve en el primer Canet Rock y me lo tomé como una especie de festival de Woodstock que me quedaba más a mano.

Me gustaría decir que fui uno de los que llegó en tren al pueblo desde Barcelona y que contribuí a alarmar a sus habitantes con mis greñas y mi vestimenta alternativa (bastaba con llevar tejanos), pero mi realidad era más pequeñoburguesa: veraneaba en Canet con mis padres y me acerqué al Pla d´en Sala dando un paseíto.

Y cuando ya tuve bastante, en vez de quedarme a dormir en la playa, que era lo auténticamente alternativo, me retiré al apartamento paterno para descansar en mi camita.

Cuando triunfaba el underground

Disfruté del ambiente, eso sí, que resultaba muy estimulante para alguien que acababa de cumplir diecinueve años. Sensación de libertad, de formar parte de algo nuevo, ya saben, todas esas cosas de la adolescencia.

El cartel molaba. No del todo, pero molaba: Pau Riba, Jordi Sabatés, Lole y Manuel, Ia & Batiste, la Orquestra Platería…No sé qué pintaba allí María del Mar Bonet, pero tampoco pasaba nada. Con lo que tenían más a mano, la gente de Zeleste hizo lo que pudo.

Una imagen de Canet Rock en 1978 EFE

Lo mejor era el entorno. La caseta de El Rrollo Enmascarado, con sus fanzines y su Nazario. La sensación de Nación de Woodstock de estar por casa, pero muy gratificante. Faltaban unos meses para que la palmara el Caudillo, pero todo el mundo se portaba como si llevara tiempo criando malvas. Ya existían Ajoblanco, Star y Disco Exprés y el underground gozaba de muy buena salud…

Un gran recuerdo

En 1978 llegó mi edición favorita. Yo ya escribía para la prensa alternativa y pude verlo todo desde la zona para plumillas. El organizador era Pau Riba, un tipo estupendo, aunque no especialmente dotado para la gestión de nada.

El pobre Pau perdió las llaves de las caravanas de los diferentes grupos y se armó un cirio considerable. Pero el cartel, de lujo, contó con gente como Blondie, Nico, Ultravox, los franceses Bijou y los incombustibles Sirex.

Lo disfruté todo a fondo (menos la expulsión del escenario de la sepulcral Nico a causa de los abucheos de lo más chusmoso de la audiencia) y se me hizo de día con Ultravox de banda sonora: aún recuerdo los golpes que daba el cantante, John Foxx, con el micrófono contra los bafles para contribuir a la distorsión eléctrica…

Y ahí terminó la primera fase del Canet Rock. Cuando renació en 2014 ya era otra cosa que no podía importarme menos, una fiesta de carácter local para adolescentes devotos de las propuestas locales. Todo el esplendor del 78 desapareció de golpe, no sé si por falta de ambición o por motivos conceptuales propiciados por las posibles subvenciones.

El Canet Rock solo es ya para mí un gran recuerdo. Igual es lo que toca.