Publicada

La escasez de trabajadores en el Puerto de Barcelona se ha convertido en un problema creciente dentro del sector de la pesca artesanal, un oficio tradicional que cada vez cuenta con menos jóvenes interesados en continuar la actividad.

Alba, una pescadora de 24 años, se ha convertido en la trabajadora más joven del puerto, y su testimonio refleja tanto la dureza de la profesión como la falta de nuevos talentos: “Es un síntoma de que algo no va bien si yo con 24 años soy la más joven. Nadie quiere esto. Es muy duro, se gana poco, y todo el mundo lo ve como algo de otro tiempo, lo entiendo”, afirma en una entrevista para Metrópoli. 

Un oficio en peligro de extinción

Alba trabaja en un barco de arte menor, que adquirió gracias a ayudas de la Generalitat, y se dedica a la pesca sostenible con trasmallo, un método que preserva el ecosistema marino frente a la pesca de arrastre. “Es dura, la gente prefiere hacer arrastre porque es más cómoda, pero no es lo mismo, no daña el ecosistema marino”, explica.

Alba, la pescadora más joven de Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Sin embargo, la rutina no termina en la mar. Tras descargar la pesca, Alba dedica varias horas a clasificar, limpiar y organizar el pescado para la lonja, donde los demás pescadores venden los productos del día. “Todo el mundo piensa que es muy bonito estar en la mar, y lo es, pero nadie ve lo más duro, que empieza cuando amarras”, comenta.

El legado familiar y la pasión por la pesca

Alba decidió seguir el camino de su padre, Rafa Aguilar, quien trabajó durante décadas en la pesca artesanal.

Tras años de trabajar en la noche barcelonesa, la joven dejó atrás la vida de discoteca para dedicarse a lo que considera su verdadera vocación: “Me di cuenta de que eso no me llenaba, decidí irme a la mar, ser pescadora, seguir el legado de mi padre, eso es lo que yo sentía que era mi camino”.

Alba, la pescadora más joven de Barcelona GALA ESPÍN Barcelona

Su experiencia también refleja la brecha generacional en el puerto. “Yo llevo en esto solo dos años, me queda todo por aprender”, reconoce, señalando que el conocimiento y la técnica se transmiten principalmente de padres a hijos, y que cada vez hay menos jóvenes interesados en continuar el oficio.

La dificultad de competir con lo barato

Otro de los retos que enfrenta Alba es la competencia con productos importados. “La gente va al súper, compra salmón, y ni se plantea de dónde viene. Aquí no hay salmón. Pero es lo que ahora está de moda y nosotros no podemos competir con eso”, afirma.

A pesar de las dificultades, Alba ha empezado a compartir su trabajo en redes sociales, mostrando la realidad de la pesca artesanal y concienciando sobre la importancia de lo local y sostenible. “No quiero romantizarlo porque es muy jodido. Pero si no se muestra, parece que no existe”, explica.

Un futuro incierto para la pesca artesanal

El caso de Alba evidencia la crisis de relevo en el Puerto de Barcelona: pocos jóvenes quieren asumir las largas jornadas, el trabajo físico intenso y la remuneración limitada de un oficio esencial para la ciudad. Su testimonio se ha convertido en un alerta para el sector, que necesita atraer a nuevas generaciones si quiere sobrevivir.

“Si no me dedicara a esto, no sé lo que haría”, concluye Alba. Mientras tanto, sigue firme en su compromiso con la pesca artesanal, intentando demostrar que, a pesar de la dureza, el oficio sigue siendo vital para Barcelona y su cultura marítima.

Noticias relacionadas