Barcelona llevaba toda la tarde vibrando, pero fue al caer la noche cuando el Gran Teatre del Liceu se transformó en ese punto de encuentro donde el brillo, la palabra y la emoción se dan la mano. En plena Rambla, aún herida por las obras y salpicada de luces navideñas, la alfombra roja servía de antesala a una celebración que cada noviembre recuerda por qué la comunicación sigue siendo un oficio necesario, imperfecto y profundamente humano.
Mara Torres, periodista y presentadora de la gala de los Premios Ondas 2025
La entrada del teatro era un hervidero. Flashes, saludos apresurados, micrófonos que se estiraban como si quisieran robar un segundo extra, risas que se mezclaban con declaraciones solemnes. Los invitados avanzaban entre cámaras y pasillos improvisados, sabiendo que aquella noche no era solo una fiesta: era una reivindicación.
El pulso previo: voces y certezas
El primero en generar un pequeño tumulto fue José Miguel Monzón, el Gran Wyoming, que llegó acompañado de un runrún de expectación. En la alfombra roja ya dejó claro que no estaba allí para discursos tibios: defendió su trayectoria sin mentiras en El Intermedio y subrayó el valor de la información veraz. Todavía no sabíamos que, horas después, cerraría la gala con uno de los mensajes más contundentes de la edición.
A su paso, Isaías Lafuente hablaba con la serenidad de quien ha hecho radio toda una vida. “Lo importante está en el trabajo diario”, decía, recordando que la radio sigue siendo “el medio más antiguo y más joven”. Unos metros más allá, Mònica Terribas celebraba el impulso que suponía el reconocimiento al documental sobre el Opus Dei, mientras los equipos de Versió RAC1 detallaban cómo su programa se ha convertido en un compañero cotidiano para miles de oyentes.
Ficciones que laten y música que abraza
Entre las entrevistas relucía el grupo de actrices de Furia, encabezadas por Carmen Machi y Nathalie Poza. Aprovechaban la cita para reivindicar series que van más allá del entretenimiento, capaces de abrir conversaciones incómodas pero necesarias. También brillaban nombres como los de Querer, Celeste y Pubertat, premiadas por su capacidad para retratar la realidad desde perspectivas diversas y frescas.
El ambiente se volvía más cálido con cada aparición. Con vestidos que atrapaban la luz y sonrisas cargadas de memoria, Pastora Soler compartía anécdotas de sus treinta años de carrera, mientras Valeria Castro posaba entre nervios y orgullo. El Liceu, un teatro acostumbrado a tantas ovaciones, parecía prepararse para una noche que prometía sentirse especial.
Un Liceu encendido
Las puertas del anfiteatro se cerraron, las luces bajaron suavemente y un silencio vibrante recorrió la sala hasta que Mara Torres, cálida y elegante, dio la bienvenida. La gala avanzó con un ritmo ágil, alternando humor, actuaciones —como las de Pastora Soler y Viva Suecia— y esos discursos capaces de pellizcar incluso a quien pensaba que venía solo a aplaudir.
La cantante Valeria Castro recoge su Premio Ondas 2025
En el primer bloque de premios, Gemma Nierga recibió el Ondas por Cafè d’Idees y emocionó a un Liceu atento al mencionar la importancia de un país que abraza a quienes llegan buscando un futuro. El público respondió como si esa idea fuese una cuerda invisible que atravesaba la sala entera. Aplausos cálidos, vibrantes, sostenidos.
Historias de oficio y resistencia
Los reconocimientos a Paco Lobatón, Isaías Lafuente y a los programas emitidos durante el apagón del 28 de abril recordaron que este trabajo, el de informar, muchas veces se sostiene en madrugadas, precariedad y vocación. Lafuente levantó su premio agradeciendo una vida entera de micrófonos, mientras pedía oportunidades para las generaciones jóvenes que intentan hacerse un hueco.
En otro momento especialmente celebrado, las actrices de Furia subieron al escenario juntas, símbolo de la fuerza colectiva que sostiene a las buenas historias.
Wyoming y el derecho a la verdad
Cuando El Gran Wyoming subió finalmente al escenario para recoger el premio al Mejor Comunicador, la sala ya intuía que no venía a hacer humor. Y no lo hizo. Lo que llegó fue un alegato sin temblores:
“Un periodista deja de serlo cuando miente”, afirmó mirando directo al patio de butacas.
El Liceu respondió con una ovación inmediata.
El Gran Wyoming recogiendo su Premio Ondas 2025
Habló del derecho constitucional a una información veraz, del peligro de los “intoxicadores” que ocupan espacios mediáticos disfrazados de pluralidad, de un sistema democrático amenazado. Apoyó a los profesionales señalados desde el poder por revelar mentiras y denunció la normalización pública de la falsedad en casos judiciales recientes.
Cerró con la advertencia que sacudió el teatro: los enemigos de la libertad —dijo— siempre están ahí, “y solo dudan de si vendrán con lanzallamas o con motosierras”. Y remató con Raimon: “No, jo dic no, diguem no”.
La ovación no fue inmediata: fue un rugido.
Una noche que promete quedarse
Cuando las luces volvieron a encenderse, los premiados se abrazaban en los pasillos, los fotógrafos repasaban sus tarjetas y el público salía a una Rambla fría pero encendida. El Liceu había vivido una gala que mezcló ternura, denuncia, música y humor.
Una noche donde el calor de la gente, los aplausos y las palabras —sobre todo las palabras— se sintieron más necesarios que nunca.
