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¿Alguien se ha preguntado qué se hace con las naranjas de los árboles de Barcelona, esas que nadie puede comer porque son incomestibles? Pues, sencillamente, se convierten en mermelada. No están los tiempos para desperdiciar comida y, por ello, el consistorio aprovecha esas frutas salvajes.

A finales del pasado mes de octubre, el consistorio adjudicó un contrato a la Fundació Espigoladors para que esta entidad transforme las naranjas amargas de Barcelona en mermelada, un encargo que comenzó con una prueba piloto en el distrito de Sant Andreu en 2021 y que en 2025 se extendió ya a siete distritos el año pasado.

“Con la nueva convocatoria del contrato, se pretende llegar a más barrios y que, en el futuro, haya participación de todos los distritos, ya que cada año hay más entidades y vecinos que se muestran interesados en llevar el proyecto a diferentes barrios”, dice un documento interno del consistorio.

Más de 3.300 naranjos 

Según la fundación, Barcelona tiene más de 3.300 naranjos, sólo un 1,5% de los árboles de la ciudad, pero Sant Andreu es el barrio por excelencia de las naranjas.

El objetivo de su contrato con el Ayuntamiento es que “las naranjas amargas de la ciudad dejen de ser residuos para darles una segunda vida: las recuperamos con las entidades y el vecindario y las convertimos en mermelada de naranja amarga, con la marca La Marga, que se distribuye posteriormente a entidades y colectivos de los barrios”. 

Naranjos en Barcelona ARCHIVO

El año pasado, la entidad recolectó 5.375 kilos de naranja amarga recuperada en la ciudad de Barcelona que se transformaron en 12.400 tarros de La Marga. En su recolección participaron 598 personas y otras 455 participaron en los talleres paralelos.

Talleres de sensibilización 

Porque el proyecto también tiene una vertiente de sensibilización más allá de los espigueos (recolección). Se realizan “talleres en centros educativos y entidades de los distritos para compartir con niños y niñas, jóvenes y ciudadanía en general la problemática de las pérdidas y el desperdicio alimentario e intercambiar reflexiones alrededor del derecho a una alimentación saludable y sostenible”.

Y es que en las cláusulas del contrato firmado se impone que se ha de llevar a cabo un “proceso de sensibilización y de educación ambiental con la realización de talleres sobre el cuidado del verde urbano y el aprovechamiento alimentario en centros educativos, equipamientos municipales y entidades de barrio”. 

Seis meses de trabajo por año

La recolección de las naranjas se lleva a cabo manualmente entre los meses de enero y junio. El coste del contrato don Espigoladors de 120.408 euros por las temporadas de 2026 y 2027, cifra que se puede duplicar hasta los 240.800 euros si se prorroga el contrato por otras dos temporadas.

La Fundación Espigoladors está presidida por la activista ambiental Mireia Barba, que dirige una empresa dedicada al aprovechamiento alimentario. Su secretario es Jaume Oller, socio cofundador de las cooperativas Tandem Social y Tandem Go. En su patronato figura también la chef Ada Parellada, dueña del restaurante Semproniana.

Naranjas recogidas en Barcelona con voluntarios y la Fundació Espigoladors IKER MORÁN

Proyectos internacionales

Esta fundación es la entidad idónea para trabajar en un proyecto de estas características. Entre sus manos, por ejemplo, tiene el proyecto Zitroladors, impulsado desde 2023 junto a la organización transnacional WWF para conocer “la magnitud de las pérdidas de cítricos en el campo, analizar sus causas y proponer soluciones para minimizarlas, luchando contra el cambio climático”. 

En 2024, ha controlado plantaciones de naranjas y mandarinas en Tarragona, Valencia y Sevilla utilizando “la metodología desarrollada en el proyecto Folou” (un proyecto europeo liderado por la Universidad de Vic, en el que también participan la Conselleria de Acción Climática y la Agencia de Residuos de Cataluña). Este proyecto identifica los flujos de alimentos que se descartan dentro de la cadena agroalimentaria y desarrolla tecnologías para minimizar las pérdidas alimentarias. De momento, los desechos de las naranjas amargas de Barcelona ya son mínimos.