Vista panorámica del Eixample de Barcelona / ARCHIVO

Vista panorámica del Eixample de Barcelona / ARCHIVO

Vivir en Barcelona

El extraño proyecto de un grupo de refugiados que crearon una 'nueva Barcelona' en Serbia: llegó a tener 400 habitantes

Un proyecto singular buscó replicar en los Balcanes las instituciones y la identidad catalana tras la Guerra de Sucesión

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Hace más de tres siglos, un grupo de 122 familias catalanas, valencianas y aragonesas emprendió un viaje hacia tierras desconocidas con la esperanza de reconstruir su vida y preservar su identidad tras la derrota del bando austracista en la Guerra de Sucesión Española (1701-1713).

Su destino fue el Banato de Temeswar, en la llanura de Panonia, en lo que hoy es Serbia, donde fundaron un asentamiento que bautizaron con el evocador nombre de Nueva Barcelona.

El proyecto surgió de la iniciativa de Josep Plantí i Mateu, jurista barcelonés y antiguo catedrático de la Universidad de Barcelona, firme defensor del archiduque Carlos de Austria.

Plantí concibió la colonia como un refugio seguro para los exiliados y, al mismo tiempo, como un bastión estratégico del Imperio Habsburgo frente a la amenaza otomana. Con conexiones en la administración imperial, diseñó un proyecto ambicioso: la ciudad tendría gobierno propio inspirado en el Consell de Cent, leyes basadas en la Corona de Aragón, fuerzas de seguridad locales y hasta moneda propia.

Vista panorámica de Barcelona

Vista panorámica de Barcelona CANVA

Un experimento urbano y cultural

Nueva Barcelona no era un simple asentamiento: sus calles seguían un trazado ortogonal, con edificios funcionales y alejados de la ornamentación barroca típica de la época. La planificación respondía a los ideales de la Ilustración, con un enfoque racional que buscaba eficiencia y organización.

Además, la colonia contaba con un centro educativo donde se impartían clases en catalán, alemán y latín, consolidando así la cultura y el idioma de los fundadores en un territorio extranjero.

Los colonos, en su mayoría campesinos y artesanos, debían adaptarse a un entorno poco familiar. Las tierras eran fértiles pero exigían conocimiento agrícola que muchos de ellos no poseían.

La comunidad desarrolló pequeñas explotaciones agrícolas, comercio local y actividades artesanales, intentando mantener una vida autosuficiente y preservar sus tradiciones culturales. Sin embargo, los recursos eran limitados y la logística para mantener una ciudad autónoma compleja, lo que generó tensiones internas y dificultades económicas desde los primeros años.

Panorámica de la ciudad de Barcelona durante un episodio de contaminación / EUROPA PRESS - David Zorrakino

Panorámica de la ciudad de Barcelona durante un episodio de contaminación / EUROPA PRESS - David Zorrakino

Epidemias y adversidades

La ubicación de la ciudad, cerca del río Begej y en la llanura panónica, presentaba riesgos propios: inundaciones ocasionales, clima extremo y una exposición creciente a enfermedades como la peste.

Estos factores, combinados con la inexperiencia agrícola y la falta de apoyo material suficiente, dificultaron la consolidación de la colonia. La población, que llegó a alcanzar cerca de 400 personas, sufrió un golpe devastador con una epidemia de peste que diezmó a sus habitantes.

En torno a 1740, apenas seis años después de su fundación efectiva, los sobrevivientes abandonaron la ciudad. Muchos se dirigieron a Viena o Budapest en condiciones precarias, dejando atrás una ciudad que no dejaría huellas visibles en el territorio. Nueva Barcelona desapareció sin continuidad histórica, pero dejó un legado simbólico: la capacidad de un grupo de exiliados para intentar recrear su cultura, sus leyes y su vida comunitaria lejos de su tierra natal.

Vista panorámica de Barcelona durante una noche / METRÓPOLI ABIERTA

Vista panorámica de Barcelona durante una noche / METRÓPOLI ABIERTA

El reflejo de una Catalunya perdida

Nueva Barcelona representa un experimento único en la historia de los exiliados catalanes. Durante su breve existencia, aspiró a reproducir en los Balcanes instituciones, urbanismo y organización social inspiradas en la capital catalana, reflejando la voluntad de mantener viva la identidad cultural frente a la adversidad política y social.

Hoy, lo que queda son registros en archivos históricos y estudios académicos que permiten reconstruir una historia fascinante de resistencia, utopía y exilio.

Aunque el asentamiento no sobrevivió, su historia sigue siendo un símbolo de la resiliencia catalana y del deseo de preservar una identidad colectiva incluso en territorios lejanos. Nueva Barcelona, efímera pero ambiciosa, demuestra cómo un grupo de familias exiliadas intentó recrear su patria en medio de los Balcanes, dejando una huella que aún despierta interés entre historiadores y curiosos.