Orgullo de ciudad, alegría por la imagen de una urbe que en primavera y ya pensando en el verano, exhibe todo su esplendor. Es lo que los sectores económicos de la ciudad reflejan y también los ciudadanos que viven con cierta holgura. Los que llegan a fin de mes con más dificultades tampoco dudan en señalar que la ciudad es extraordinaria, aunque las cosas se han complicado mucho, en especial en un punto muy concreto: la accesibilidad a la vivienda. Pero, al margen de todo ello, existe un problema mayor. El turismo es un motor económico de primera magnitud, sí, --los expertos consideran que su influencia es excesiva—y el dinamismo nadie lo discute en estos últimos meses. Pero, ¿será competitiva la ciudad y su área metropolitana en las próximas décadas?

Los que analizan los números y trazan modelos de crecimiento, los que ven el mundo desde arriba, teniendo en cuenta la globalización, son más cautos. Barcelona y su área metropolitana, que es tanto como decir –casi—el conjunto de Catalunya, presenta un enorme potencial, pero siempre que “todos remen en la misma dirección y de forma constante” en los próximos veinte o veinticinco años.

Ese “todos” equivale a alinear a los responsables municipales, a los dirigentes de los organismos supramunicipales y de la Generalitat. Y también a sus representantes económicos, y a los grupos de presión. Lo tiene claro el ingeniero y urbanista Ramon Gras, quien desde Boston, ha trazado diferentes estrategias para municipios del área metropolitana con la consultora Aretian. Es importante su diagnóstico: la gran mancha urbana de Barcelona puede tener un futuro brillante, pero siempre que se trabaje en una misma dirección y de forma persistente en los próximos veinte años. ¿Se puede garantizar esa ‘persistencia’? Porque lo que se juega es vital.

A corto plazo las elecciones catalanas que se celebran este domingo pueden ser determinantes. Pero el proyecto metropolitano va mucho más allá. Existe una retórica que exhibe cierta satisfacción sobre el ecosistema de startups, sobre sectores económicos potentes, como la biotecnología. Y no hay duda de esa realidad. Pero es más frágil de lo que se quiere reconocer. Las empresas tecnológicas que se constituyen se centran en el sector servicios. Es necesario “sofisticar” más lo que se produce, con valor añadido, con una mayor integración entre la investigación y la empresa. Precisamente, se destaca, por parte de las universidades, la capacidad de investigación y el reconocimiento que obtienen en publicaciones especializadas. Pero la transferencia hacia la empresa sigue siendo escasa, pese a los esfuerzos de los últimos años.

Existe una falta de diseño territorial por parte de la Generalitat, que no ha visto, o no ha querido ver, la fuerza del área metropolitana de Barcelona. Y por parte de los alcaldes, hay también un celo sobre la llamada soberanía local. El proceso de globalización, aunque se pueda ralentizar, se mantendrá de forma inexorable, y eso se traduce en una competencia cada vez mayor entre distintas zonas metropolitanas de todo el mundo. ¿Quiere estar Barcelona en esa liga?

El riesgo es que la falta de coordinación, de ambición y de liderazgo deje atrás a todo un territorio que, de forma paradójica, lo tiene casi todo para ser imbatible. Hay universidades punteras, centros de investigación, grandes empresas internacionales y un talento local y otro internacional que ha llegado y desea instalarse. Las condiciones son buenas, pero falta la voluntad política de trabajar de forma conjunta. En los últimos meses se han puesto algunas bases, con la presentación de distritos de innovación en Esplugues y en L’Hospitalet, que ha apostado por la biotecnología. Hay otros proyectos en Badalona, Sant Adrià y Barcelona. Pero, al mismo tiempo, las administraciones públicas no saben cómo dar respuesta a la gran carencia social que representa la vivienda.

El momento es de enorme importancia. Si se entiende que el motor de Catalunya es el área metropolitana de Barcelona, si se considera que hay que saber competir en un mundo global, el futuro puede estar asegurado. Pero la advertencia de Ramon Gras en la entrevista realizada en Metrópoli, es clave: “siempre que se trabaje de forma persistente en los próximos veinte años”. El reto está lanzado.